Los rincones del archivo. Hispanismos en el guaraní, de Marcos Morínigo

Mateo Niro

En 1931 se publicó Hispanismos en el guaraní, de Marcos A. Morínigo, editado por el Instituto de Filología de la Universidad de Buenos Aires y, como en casi todas las publicaciones del Instituto durante su gestión como director, prologado por Amado Alonso. En este prólogo, Alonso cuenta que cuando la Facultad de Filosofía y Letras le recomendó la creación de una sección indigenista, él pensó que «sería sin duda mucho más fructífero que ponernos a estudiar el quichua, o el guaraní, enseñar lingüística a personas que ya conocieran las lenguas.»(9)1 Y así lo refuerza al final: «Vamos a tener el raro privilegio de que un lingüista nos hable de una lengua americana desde dentro de ella» (14, las negritas son mías).

En el estudio propiamente dicho, Morínigo recorre de manera meticulosa los diversos aspectos de la infiltración idiomática del español en el guaraní, desde las cuestiones históricas y geográficas hasta las implicancias ortográficas, morfológicas y sintácticas. En cada caso, realiza un análisis particularizado del corpus y, a la vez, una exhibición del procedimiento. Una breve muestra de esto se da, entre tantas, al abordar la problemática de «las palabras» en la lengua guaraní:

Como por otra parte no existe en esta lengua la larga tradición de escribir con que cuentan las lenguas indoeuropeas o semíticas, no se ha llegado a una seguridad general en el convencionalismo con que se dividen las palabras, especialmente en cuanto a los morfemas. Lo procedente sería en este caso una investigación previa para saber qué es externamente una palabra en guaraní, porque no olvidamos que «la variedad de los procedimientos morfológicos hace que la definición de palabra varíe según las lenguas.» (37)

Queremos inmiscuirnos en el archivo para analizar cómo se inscribe esta obra fundacional —este método filológico— en los estudios indigenistas en América y, más específicamente, en el de la lengua guaraní. Para esto nos será fundamental dar cuenta de los contextos inmediatos de producción (la conformación y el devenir del Instituto de Filología de la Universidad de Buenos Aires) y también los mediatos de la tradición pidaliana, así como tomar en cuenta ciertos elementos en el desarrollo de estudios sobre la lengua guaraní (desde los trabajos durante el siglo XVII del padre Montoya hasta los estudios clásicos de Joan Rubin en la década del 60). Con respecto a la cuestión guaraní, analizaremos las problemáticas a partir de los planteos teóricos que realizaron sobre todo Bartomeu Melià y Hedy Penner, además de textos históricos sobre el Paraguay y la región de, entre otros, Ernesto Maeder e Ignacio Telesca; asimismo, abordaremos el asunto desde una perspectiva glotopolítica, a partir de las nociones de, entre otros/as, Elvira Arnoux y José del Valle.

El caso2 de la lengua guaraní en contacto con la lengua española permitió estudios pormenorizados de esa tensión entre una lengua románica y una lengua de «cultura inferior» (en términos de Amado Alonso). Recordemos que se trata de una lengua indígena de uso mayoritario por no indígenas en una vasta zona de América del Sur (Paraguay, el sur de Brasil, el Chaco boliviano y las provincias argentinas de Corrientes, Misiones, Formosa y Chaco, nordeste de Santa Fe y norte de Entre Ríos). El asunto, entonces, no se traduce únicamente en el uso y los estudios sociolingüísticos sobre la «anomalía» (varios años después, un trabajo canónico de la lingüista estadounidense Joan Rubin, Bilingüismo nacional en el Paraguay, postulará el caso paraguayo como el bilingüismo más grande del mundo3). Por si quedaran dudas de esta autopercepción sobre los sentidos y los resultados del proyecto de Hispanismos en el guaraní cito lo que Amado Alonso dice apenas comenzado su prólogo: «El presente libro atestigua el acierto del procedimiento» (9).

Indios y fronteras

En 1921, Ricardo Rojas (junto con Ricardo Ravignani) presenta el proyecto de creación de un «Instituto de Lingüística» en el marco de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. El propósito primero que tendrá dicho Instituto será «estudiar el castellano vivo de la Argentina, influido de las lenguas indígenas y por las lenguas inmigratorias» (RUBA, 1922: 703). El Consejo Directivo de la Universidad aprobó la propuesta el 21 de junio de 1922 y la estructura en cuatro áreas: lingüística general, romance, evolución del castellano en América y lingüística indígena. Para Rojas, la investigación lingüística nacional debía dar cuenta de otras lenguas, sobre todo las indígenas habladas en el país (Domínguez y Toscano y García, 2017). Sin embargo, este plan sufrirá un devenir sinuoso por la relación particular trazada entre este Instituto y su director honorario, Ramón Menéndez Pidal, quien, a su vez, designaría a los directores del mismo. Entre otras cuestiones, supondrá la (casi)4 desatención de los estudios destinados a las lenguas indígenas, con la excepción —aunque, como veremos, con sus singularidades— del trabajo que aquí analizamos.

Son reveladores los derroteros iniciales en cuanto a la conformación de las autoridades y desarrollo de proyectos del Instituto de Filología (que recién llevará este nombre en 1940): Américo Castro en 1923, Agustín Millares Carlo en 1924 y Manuel de Montolíu en 1925. Esta brevedad en las designaciones y permanentes reformulaciones administrativas tenían que ver, entre otras cuestiones, con el conflicto entre Menéndez Pidal y las autoridades universitarias, quienes criticaban el alejamiento del proyecto original, sobre todo el del área de estudios de lenguas indígenas.

En 1926 se produjo el disruptivo interinato del filólogo (no español) Lehmann-Nitsche, lo que puso en crisis severa el acuerdo con Menéndez Pidal. Se le encargó, por entonces, la recuperación del programa fundacional y, en esto, dar forma institucional a una sección de estudios indígenas.5 El abordaje estaría dado a contrapelo del espacio filológico hegemonizado por el predominio del estudio del castellano (tanto en sus variedades europeas como en sus variedades americanas) y de sus tradiciones de investigación que reimpulsará, como veremos, a partir de 1927 Amado Alonso. El proyecto de Lehmann-Nitsche se inscribe en una memoria discursiva6 alternativa a la del hispanismo filológico que terminará constituyéndose como opción hegemónica (Bentivegna, 2019). Así proyecta la organización de una bibliografía de lenguas indígenas —según lenguas y según autores—, dando preferencia a los idiomas hablados por los autóctonos de la región. En los contextos sucesivos, con la llegada de Amado Alonso7 como su más destacado director hasta entrada la década del 40, la propuesta de investigación del Instituto de Filología fue bien diferente tanto de esta como del plan original.

Amado Alonso ingresó al Instituto en 1927 y, entre sus primeras iniciativas, impulsó la conformación de un «grupo de trabajo profesionalizado». Así, en 1928, se incorporan dos jóvenes investigadores, estudiantes avanzados a quienes Alonso había conocido durante su curso del año anterior, Ángel Rosenblat y Marcos Morínigo. Inmediatamente, promovió la recopilación de estudios dialectológicos extrapeninsulares, a partir de la inclusión de áreas inexploradas hasta entonces, como el judeoespañol en América, y la relación entre el español y la lengua guaraní8, a fin de que «nos ayude a fijar e interpretar los específicos caracteres de nuestra lengua en América» (en Lida, 2019: 83). En septiembre de 1929 se incorporará también Pedro Herníquez Ureña.

Marcos Morínigo había nacido en el año 1904 en la ciudad de Asunción y tendrá, en Argentina y en el mundo, una extensa carrera académica. Su tesis doctoral, de 1946, tratará sobre América en el Teatro de Lope de Vega. Asimismo, en 1957 dirigirá el Instituto de Filología y entre 1957 y 1960 será decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Muchas de sus obras tendrán gran reconocimiento (entre otras, el Programa de Filología Hispánica y el Diccionario manual de Americanismos). Será electo miembro correspondiente en la Argentina por la Real Academia Española en 1980 y presidente de la Academia Porteña de Lunfado entre 1982 y 1984. La revista Filología, con la dirección de Ana María Barrenechea, del ya renombrado Instituto de Filología y Literaturas Hispánicas «Dr. Amado Alonso», le dedicará a Marcos Morínigo un número de homenaje en 1993, luego de su fallecimiento en 1987.

Ideologías lingüísticas

Como ya referimos, Hispanismos en el guaraní se publicó en 1931. Lleva el sello del Instituto de Filología de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, y el del volumen I de la Colección de Estudios Indigenistas (además de ser el primer volumen, será el único de la serie). La bajada del título es «Estudio sobre la penetración de la cultura española en la guaraní, según se refleja en la lengua». También da cuenta en la mismísima portada que el presente volumen se encuentra bajo la dirección de Amado Alonso.

El prólogo de Alonso, en la página siguiente a la «Advertencia del autor», es explícito con respecto al carácter fantasmagórico9 de este texto en la sección indigenista propuesta por Rojas e impulsada por Lehmann-Nitsche. Estos estudios que se ocupan de las variedades indígenas, según sus propias palabras apenas iniciado el prólogo, son respuesta a un pedido explícito del Consejo Superior de la Facultad y, por ende, no suponen una búsqueda surgida de los intereses de la gestión propia del Instituto: «El consejo de nuestra Facultad de Filosofía y Letras nos recomendó, va para dos años, la creación de una sección indigenista en el Instituto de Filología.» (9) Alonso pondera al autor y su procedimiento, a la vez que subraya que el estudio revela lo que se consideraba una infiltración unidireccional, del español al guaraní (y de suponer a otras lenguas americanas).10 Esto evidencia el fracaso del proyecto original en dos sentidos: la incapacidad para llevar la tarea asignada al frente del Instituto y su plan original; y la inversión del programa fundacional de Rojas, es decir, de relevar la contribución de las lenguas indígenas americanas para el desarrollo del español del continente a convertir la cuestión del indigenismo en un episodio más de la historia (y sus variedades) del español no peninsular (Toscano y García, 2013).

Alonso destaca el ejemplo que se da en el sistema fonético del guaraní, que carecía de laterales (l, ll) a la llegada del español. En los primeros encuentros era suplantada por la y. Pero, según dice, más tarde aprendieron a articular la ll y la l (es hispanismo en guaraní, por ejemplo, carretilla). Esta situación que elige le permite hipotetizar que, frente a la pervivencia lleísta de la zona,11 la articulación recientemente aprendida fuera más resistente al cambio. Deberíamos entender que es esa misma resistencia la que vuelve a infiltrar el castellano para que se sostenga el lleísmo.

En las conclusiones de este prólogo, Alonso dice:

Esto como prueba de lo que al romanista puede dar esta visión casi directa de la infiltración de una lengua europea en otra de cultura inferior. Pero lo más y mejor que este libro del señor Morínigo nos hace esperar concierne a la lingüística general. (14)

Del Valle define las ideologías lingüísticas como «sistemas de ideas que articulan nociones del lenguaje, las lenguas, el habla y/o la comunicación con formaciones culturales, políticas y/o sociales específicas» (2007: 20). Es a partir de esta noción como podemos analizar este orden ontológico de lengua superior (europea) frente a la lengua inferior (indígena), con la manifiesta capacidad de infiltrarse la primera en la segunda; asimismo, que esa lengua inferior sea susceptible de ser analizada desde adentro, teniendo en cuenta que el análisis científico (la lingüística, la filología) se corresponde, más bien, con el adentro de la lengua superior, lo que haría ordinario que los análisis de las inferiores sean desde afuera (o, mejor, desde arriba).

En el año 1990, la Universidad Católica de Asunción publicó el libro Raíz y destino del guaraní, del mismo Marcos Morínigo. Se trata de un volumen póstumo, con una recopilación de papeles dispersos que editó y prologó Fernando Morínigo12. Vale la pena destacar en este trabajo desordenado, determinados ideologemas ligados a la lengua guaraní y la lengua castellana, su estatus y la interacción de una con la otra: uno de ellos es la remanida excepcionalidad del bilingüismo; otro, el valor del hispanismo, imprescindible influjo distorsionante y poderoso que permitió la adecuación de una lengua vernácula a una sociedad nueva, moderna.

En estas condiciones hay en la lengua actual un número abundantísimo de voces que documentan la notable alteración por otra parte inevitable ya que el guaraní fue el instrumento para la conversión de los indios a la vida cristiana y por consiguiente a la vida de tipo urbano y europeo. En esta función el guaraní forzosamente tuvo que ir adaptándose para expresar conceptos totalmente ajenos a su Weltanschauung tradicional, pero que se consustanciaron con el guaraní de los criollos en razón de la organzación a la española de su vida y, por supuesto, de su bilingüismo. (1990: 103)

Estos cambios se dieron no solo en el léxico sino también en la estructura. En relación a esta hispanización aparecen en el texto de Morínigo una serie de nuevos términos valorativos producto de esta interacción: contaminación del guaraní por parte del español (110); guaraní bastardeado por el español (113); resistencia del guaraní al español (113); desnaturalización del guaraní (114). En todos los casos, se trata de ideologemas que conforman una serie en la que subyace —además, por supuesto, de la relación entre partes, el guaraní y el español— la noción de lengua «pura» susceptible de ser impurificada. Lo destacable también es la idea de desnaturalización, que permite trasladar la lengua de la disciplina social a la de las ciencias naturales, como una manera de prestigiar sus estudios e inscribirse —otra vez— en la tradición europea de la ciencia filológica (del Valle, 2021).

Pero hay algo aún más significativo en relación con los ideologemas sobre las lenguas en Morínigo: el español le habla a la razón, que trata de inducir al interlocutor a la acción a través del logos; el guaraní, más bien, apela al sentimiento, a la solidaridad del interlocutor, lo lleva a la acción a través del pathos:

Para comprender bien de lo que se trata conviene tener en cuenta que español y guaraní, como expresiones de mundos culturales básicamente diferentes, tienen también procedimientos irreductiblemente desemejantes para la interacción individual. Antes recordemos que el español, como lengua indoeuropea y producto del mundo cultural de ese signo, practica la intercomunicación social y la atracción de la voluntad del que escucha apelando al razonamiento y hablando al entendimiento. Trata de convencer al interlocutor por medios intelectuales para atraerlo a su campo. Es una lengua que habla a la razón, que trata de inducir al interlocutor a la acción, convenciéndolo. El guaraní es lengua que apela a la solidaridad del interlocutor por la simpatía, lo lleva a la acción influyendo sobre los sentimientos afectivos. (1990: 114-115, las negritas son mías)

Antes de los hispanismos

El material que tratamos está organizado de la siguiente manera: una extensa introducción, en la cual el autor pone en situación, tanto a nivel geográfico (en el que incluye mapas13) como histórico (las exploraciones previas, las misiones jesuitas, la independencia), la situación de la lengua guaraní (representación gráfica, fonética, morfología y sintaxis), sobre todo, la relación con el español (parágrafo llamado, sin más, «Los hispanismos»); el análisis propiamente dicho con una labor diseccionadora, en el que va exponiendo distintas colecciones lingüísticas agrupándolas por familias (el individuo, la vida material, la agricultura, la ganadería, locomoción y transporte, etc.); y, al final del volumen de casi 450 páginas, se listan, sin más, los hispanismos.

La introducción presenta dos cuestiones fundamentales: un estado del arte ligado a la lengua guaraní, su historia, su territorio y su sociedad; y una explicitación —otra vez— del procedimiento. Más allá de sus primeros acercamientos —hipótesis de extensión prehispánica a partir de la toponimia, la relación con España a partir del siglo XVI, la conquista espiritual, para llegar al momento «actual» del guaraní—, lo que el texto podría preguntarse (y no se pregunta) es por el misterio de la pervivencia de los guaranismos en el guaraní frente a tamaño desequilibrio.

el guaraní constituye el idioma constante del pueblo, no desdeñado por las personas cultas en la intimidad de los hogares ni en los actos populares de propaganda religiosa y política. En dichas tierras la mayoría de la gente es bilingüe. (29)

La pregunta que caería de maduro aquí es por qué pudo pasar esto, cuál es su fortaleza. Esto es lo que casi 80 años después Bartomeu Melià se preguntaba frente al español (y, como paradoja, en el Congreso de la Lengua en Cartagena): «En el campo de la sociolingüística y en el de la política lingüística, el caso paraguayo se ha vuelto paradigmático. ¿Cómo puede una lengua indígena haberse mantenido en un país de América Latina como lengua nacional e incluso oficial en un Estado moderno, no indígena? ¿Cómo se ha mantenido hasta la actualidad un alto grado de monolingüismo en esa lengua?» (2007) Pero no, otra vez es la porosidad de la lengua indígena frente a la penetración del español lo que se destaca.

No pretendemos haber reunido en este trabajo todos los hispanismos del guaraní. Tal pretensión, si existiera, sería irrealizable porque día a día el guaraní recibe nuevos préstamos del español. Queremos, sí, dar una demostración de cuál fue y es la penetración de dicha lengua en la indígena, como consecuencia del influjo de la cultura española en la guaraní, y de cuál es el estado actual de la lengua guaraní frente a la española que convive con ella, que es hablada por muchos guaraní hablantes y que goza de mayor prestigio social y cultural. (46, las negritas son mías)

Otro de los elementos clave que se esbozan en la introducción de Morínigo tiene que ver con la relación particular entre procedimiento y corpus. Esto se manifiesta aún más en la porción ligada a la escritura del guaraní. La cuestión planteada tiene que ver con la convención a partir de la cual se dividen las palabras, especialmente en cuanto a los morfemas (tal cual citamos en las primeras páginas de este trabajo). Esta investigación no está, dice el autor, porque lo llevaría a un lugar alejado de los intereses del trabajo y, más bien, el procedimiento persigue una finalidad práctica: «Hemos dividido las palabras por semantemas, con lo cual creemos poder allanar nuestras dificultades. No pretendemos haber acertado siempre.» (37) En relación con el procedimiento, exhibido en múltiples oportunidades, también da cuenta de que las voces fueron recogidas de la boca de quienes la hablan: «ofrece mayores seguridades que las fuentes escritas de demostrarnos fielmente la forma en que se usan.» (47)

El autor historiza así la infiltración de los hispanismos, a partir de grandes oleadas que se corresponden con tres épocas con límites precisos:

-la de la conquista y fundación de las primeras colonias;

-la de los comienzos de la vida independiente;

-la «reciente», con las escuelas, los periódicos y los nuevos inmigrantes.
Entre la primera época y la segunda, aparece un hiato de un siglo y medio, período en que los jesuitas hicieron del guaraní la lengua oficial, lo estandarizaron y le otorgaron escritura. «El período del gobierno de los jesuitas fue un paréntesis durante el cual fueron raros los hispanismos que ingresaron en el guaraní.»14 (50) Inmediatamente después de la expulsión, se intensificaron los hispanismos, según Morínigo, ligado esto a la nueva configuración política que contribuyó a ello «pues la lengua debía expresarlo, y lo hizo tomando las voces españolas de que se servían los hispanohablantes.» (50) Otro período extraordinario de contención a los hispanismos se dio entre la segunda y la tercera etapa, cuando Paraguay «utilizó su aislamiento geográfico como medio para defender su independencia política. Cerró los puertos, prohibió la entrada a los extranjeros, y el guaraní llegó a constituir un factor de nacionalismo» (50). Luego de la catástrofe humanitaria que significó la guerra del Paraguay (1864-1870), y el derrumbe del sistema político autónomo y soberano, se intensificaron las relaciones con los países vecinos, se multiplicaron las escuelas y se incrementó el intercambio comercial, así como el ingreso de nuevos inmigrantes (italianos, franceses, alemanes) que se hicieron hispanohablantes.15

Paralelamente fue progresando la cultura cívica. El régimen de gobierno republicano fue perfeccionando sus procedimientos por una mejor comprensión de sus fines. Se fundaron los partidos políticos. La prensa periódica, divulgadora de los principios sustentados por los partidos llegó a las más apartadas regiones. (…) Todo, pues, contribuyó a la propagación de la lengua española. Entenderla es una necesidad sentida por todos los guaraníparlantes porque ha llegado a alternar constantemente con el habla indígena. (51, las negritas son mías)

Según Morínigo, la mayor parte de los hispanismos consignados son de esta época, durante el mismísimo tiempo del Paraguay desvastado.

Hispanismos propiamente dichos

Como dijimos, en este devenir diseccionador del libro, se despliegan los hispanismos con un exagerado detalle. La macroestructura propone una división en grandes grandes capítulos, que se anticipan con una breve nota que lo presenta, como esta, de la página 61:

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Se da en esta aproximación la primera de las constantes que se sostendrán a lo largo de todo el libro: las conceptos ligados a la experiencia directa (sin contar, por supuesto, el conocimiento mítico) se designan originalmente en guaraní, mientras que en los relacionados a un conocimiento mediatizado y científico, se revela la hispanización. Cada capítulo, a su vez, está dividido en secciones que responden a características comunes dentro del conjunto determinado. «Partes del cuerpo» está en el principio de este mismo tema, para luego ir diversificando en «defectos físicos», «enfermedades», «medicinas», «cualidades físicas y psíquicas», «estados anímicos», «accidentes». Vemos una de estas partes del cuerpo, la primera, con el término español, y los correspondientes modos de exposición señaladas.

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La microestructura, según vemos, exhibe un despliegue amplio de recursos en relación a la descripción metalingüística en este tipo de instrumentos lingüísticos: el lema, encabezando la entrada; su pronunciación (en guaraní); la etimología (en su lengua original, el español); ejemplos de uso en guaraní con una primera traducción literal y, a continuación, una traducción hispanizada (esto resulta muy significativo, ya que evidencia la distancia entre las lenguas, sobre todo en los rasgos sintácticos que serán determinantes en la constitución del llamado jopara); por último, las familias de palabras derivadas. Este esquema se repite a lo largo de cada entrada.

En uno de los apartados siguientes del capítulo, el texto hace una ligera aclaración antes de comenzar la nomenclatura: «Las denominaciones guaraníes para los defectos físicos son numerosas, lo que nos explica la escasez de hispanismos en este capítulo.» (66) Una vez más Morínigo da cuenta en su trabajo que, frente a lo evidente, el guaraní resulta menos poroso que cuando se trata de un saber sofisticado y abstracto. Así se exhibe otro de sus hispanismos, que forma parte —llamativamente— de la sección «defectos físicos»:

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El capítulo II está dedicado a lo que llama «La vida material», y acá aparece otro de los elementos fundamentales de la penetración del hispanismo en el guaraní. Y tiene que ver, ya no con lo evidente, sino con las novedades de la civilidad y el orden propios impuestos por la encomienda16 y por la reducción17. Dice el texto explicativo previo:

Los antiguos guaraníes no comían a horas fijas, y por lo tanto no tenían nombres que designaran las diferentes comidas del día. Toda actividad de alimentarse era para ellos carú, «comer». Pero con los nuevos hábitos introducidos por los colonizadores en las encomiendas y por los misioneros jesuitas y franciscanos en los pueblos y reducciones, los indígenas regularizaron sus horas de comidas, adoptaron la nomenclatura castellana, y, adaptándola a su fonética y morfología, la combinaron con otros elementos lexicales de su propia lengua. (91)

Estas ideas de adecuación a un orden civilizado están ligadas a las prácticas totalizantes que establecieron —primero— el sistema de sometimiento de la encomienda y —luego— el de la reducción jesuita. En ese orden también se dio lo que Melià llama «reducción de la lengua». Lo que Morínigo explicita es que esta reducción política y humana (la sociabilidad) permeó sobre los hábitos y, también, aun más allá de la experiencia lingüística jesuita (o al menos después de su expulsión), sobre las denominaciones a partir del contacto.

Sylvain Auroux (1992), en Historia de las Ideas Lingüísticas, aborda el saber lingüístico y el discurso sobre la lengua en sus diversas formas de manifestación. Acerca de la constitución del saber metalingüístico en especial, afirma que no es ajeno a las condiciones histórico-sociales en las que se produce, sino que, por el contrario, resulta de una interacción de las tradiciones y del contexto, y que, representa un lugar privilegiado para los estudios de los procesos histórico-ideológicos a través de los cuales las sociedades se constituyen y se reconstituyen permanentemente. Por esta razón, uno de sus principales ejes de interés es el estudio de los llamados instrumentos lingüísticos (gramáticas y diccionarios) en tanto objetos socio-históricamente determinados, que son el resultado del proceso de gramatización. Según Auroux, la gramatización se puede llevar a cabo de dos modos: la endo-gramatización, cuando quienes describen la lengua son locutores nativos de dicha lengua, como sucede en la mayor parte de la producción de obras lexicográficas y gramaticales de las lenguas vernáculas europeas; o la exo-gramatización, proceso realizado por quienes no son locutores nativos de la lengua registrada y descripta. Siguiendo este modelo, lo que propone el análisis de Alonso/Morínigo tiene que ver más con la presunción civilizada, los protocolos científicos que permitían abordar un corpus de manera sistemática, confrontarlo, y exponerlo a partir de una estrategia descriptiva criteriosa, cifrada y fundamentada con bibliografía autorizada. Se trata de exhibir, más que los hispanismos en el guaraní, un paradigma científico y profesional al ligar ese campo disciplinar europeo (exo) a un corpus americano desde adentro (endo).

En fin

Hispanismos en el guaraní, de Marcos Morínigo, es un libro fundamental que permite dar cuenta de las disputas de poder en los campos científicos e institucionales en las primeras décadas del siglo pasado en los ámbitos de la filología y la lingüística en Argentina y en la región. En este, se revelan de manera drástica, las tensiones entre el proyecto nacionalista de Rojas, con su idea de poliglofía18 que incluía como punto fundamental el estudio indigenista, y una perspectiva cientificista, no exenta de conflictos, de la tradición de Menéndez Pidal y el propio Amado Alonso. Asimismo, se revelan tempranas posiciones glotopolíticas que adquieren las concepciones filológicas en estos tiempos fundacionales. En esta puja cada movimiento revela mucho más que un paso en un campo predeterminado. Se trata, más bien, de un trazado de ese mismo campo en disputa.

Desde este punto de vista, los primeros años en la vida del Instituto permiten observar cómo el establecimiento de una agenda científica se convierte en un territorio de disputa, en el que no solo se discute respecto de cuáles objetos, teorías y métodos deben ser atendidos en la práctica de la investigación, sino —y fundamentalmente— sobre los parámetros y condiciones que permiten definir «lo científico» (y sus agentes: «los científicos») como criterio constitutivo del campo. (Toscano y García, 2013: 166-167)

Para Rojas, como plantea Diego Bentivegna (2019), el estudio documental de las lenguas indígenas no se reducía a un saber puramente científico, sino que adquiría una dimensión política y educacional: «Hay, en este aspecto, una conciencia glotopolítica del presente con respecto de los hablantes de lenguas indígenas americanas que aflora en estas intervenciones de Rojas y que se proyecta en un plan de trabajo concreto.» (105) Para Alonso, también el trabajo iba más alla de los propios límites: «Queremos, pues, ser colaboradores, anudando cada problema con el estado actual de la Filología», decía Amado Alonso como propósito, en la Biblioteca de Dialectología Hispanoamericana19. Más que un análisis sobre un corpus específico, la operación parecía concebirse como una demostración de un método moderno inserto en un proyecto institucional en ciernes de este lado del océano20. Se trata de exhibir los métodos universales a partir de un corpus «autóctono», construir un modelo científico en un terreno inexplorado aún. Así, de hecho, lo explicita el autor en su advertencia inicial:

Este trabajo (…) hubiera podido aparecer hace un año, época en que teníamos ya recogido y clasificado bastante material. Pero una sugestión de nuestro amigo y maestro el doctor Amado Alonso, bajo cuya dirección nos hemos puesto desde la iniciación de nuestros estudios lingüísticos y cuya constante colaboración tan cordialmente agradecemos, nos hizo ver la necesidad de efectuar un viaje de estudio y observación al terreno mismo donde la lengua vive. (7)

Así como Menéndez Pidal (1944: 18) señalaba que la propaganda lingüística no debía hacerse en forma de persuasión oratoria sino mediante la ejemplaridad, la modelización sobre la filología científica debía darse con la práctica. Así, Hispanismos en el guaraní viene a saldar, en un solo gesto, el trilema teórico-metodológico-institucional (o sea, político) y sintetizar las tensiones que eso supone: lo americano como aleación de lo criollo y lo indígena descubierto y reducido a partir de los procedimientos científicos europeos.

Fuentes citadas

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Verón, Eliseo (1993). La semiosis social. Fragmentos de una teoría de la discursividad. Barcelona: Gedisa.

Vossler, Karl (1935). La vida espiritual de Sudamérica. Buenos Aires: Instituto de Filología.


1 En todos los casos que se cite el trabajo fuente de Morínigo (1931), para simplificar elidiremos los otros datos y referiremos solo el número de página.

2 Tomamos la noción de caso del célebre trabajo sobre Formas simples de André Jolles: «[El caso] plantea una pregunta, pero no puede dar la respuesta y nos entrega la responsabilidad de la decisión, pues lo que en ella se realiza es el ponderar, mas no el resultado de la ponderación.» (1972: 174)

3 «En el momento actual, el Paraguay tiene probablemente el grado más alto de bilingüismo nacional en el mundo, tomando en cuenta los factores de población, uso de los mismos idiomas y la misma área geográfica.» (Rubin, 1974: 127)

4 La relativa salvedad se justifica en la publicación que llevó adelante Amado Alonso del tomo VI de la Biblioteca de Dialectología Hispanoamericana, titulado El español en Chile, que contenía trabajos de Rodolfo Lenz, donde postula la influencia del araucano en el desarrollo de la fonética chilena (Ennis y Rojas, 2020).

5 En el trabajo de Domínguez y Toscano y García sobre la gestión de Lehmann-Nitsche en el Instituto de Filología (2017), se cita el agradecimiento que realiza al decano de la Facultad de Filosofía y Letras por su designación: «Agradeciendo tan honroso nombramiento trataré en lo más posible, para cumplir la delicada misión, iniciando inmediatamente la sección de lingüística indígena.» (85)

6 Más allá de que los discursos se inscriben en una memoria, Arnoux (2019) justifica la acepción «memoria discursiva» porque esta se muestra en los discursos y, asimismo, es desencadenada por los discursos.

7 En la retrospectiva sobre la tarea de Menéndez Pidal que hace José María López Sánchez en Heterodoxos españoles, refiere a Amado Alonso como «uno de los discípulos de Pidal que con mayor prestancia estuvo atento a las importantes innovaciones que la epistemología lingüística estaba a punto de experimentar. Se convirtió no solo en el mejor intérprete del idealismo alemán en el mundo hispano (Karl Vossler y Leo Spitzer), también fue el introductor de la teoría de Saussure (…).» (2006:349)

8 Recordemos que fue el propio Vossler que imaginaba en La vida espiritual en Sudamérica: «yo me iría a América para sorprender in fraganti y con mis propios ojos oídos, las aleaciones de la esencia española con lo indígena» (1935: 31, las negritas son mías).

9 Bentivegna (2019: 94) postula esta idea de lo fantasmagórico como categoría para aquellos textos que «asumen en muchos aspectos características instituyentes (Maingueneau, 2009) o fundacionales (Verón, 1993), textos que operan en un campo en formación, el de la filología argentina, pero que para nosotros, hoy, existen en el ámbito de lo archivado, como puros gestos que no llegan a articularse en un discurso público sostenido y no generan, en este punto, efectos discursivos en lo inmediato. Son, en definitiva, puros gestos políticos, discursos constituyentes fallados en la medida en que permanecen como textos en un estado provisorio, como textos que llegan hasta nosotros como sobrevivencias de archivo.»

10 Muchos años después, Hedy Penner et al publicarán el libro El descubrimiento del castellano paraguayo a través del guaraní (2012), en el que se plantea, de alguna manera, un camino inverso al recorrido por Morínigo. Pero, más que eso, se trata de un planteo glotopolítico que pone el foco en las influencias del guaraní en el castellano. Esto lleva a invertir los roles entre lengua influyente y lengua influida.

11 Esta pervivencia del lleísmo en la zona sigue vigente.

12 En el prólogo del libro, destaca Fernando de Marcos Morínigo, ya en sus primeros renglones «su rigurosa disciplina científica.» (1990: 1)

13 Como un dato ligado a la producción del volumen, el costo de impresión de Hispanismos en el guaraní significó un tema destacable en el devenir administrativo del Instituto de Filología. Miranda Lida (2019: 98-99) así refiere sobre el asunto: «A pesar de la mesura que llevaba en los gastos, en 1936, sin embargo, Alonso se vio apremiado por las autoridades universitarias porque —decían— se había excedido en los gastos. Debió redactar un extenso documento justificando su accionar, donde explicaba que: “(…) Solo me explico el error repetido del señor contador porque debió no tener en cuenta la factura de la casa Peuser de 1931 por más de siete mil pesos, costo del libro Hispanismos en el guaraní que, por dificultades especiales de impresión para las cuales las imprentas locales no estaban preparadas, subió a una cifra tan alta. Y en efecto, de no ser por esa factura, que ha pesado sobre los años siguientes hasta hoy, este Instituto hubiera cerrado todos los balances con superávit.”»

14 La justificación de esta situación sociolingüística en este período está dada, en general, por la propia política lingüística de las reducciones (el guaraní como lengua oficial) pero, sobre todo, por la situación política, a secas. Así lo sintetiza Ernesto Maeder: «La ubicación del distrito en la frontera oriental, su aislamiento relativo respecto de los centros urbanos de ambas provincias, la gran dimensión de la población guaraní agrupada en la veintena de pueblos (con una cultura y una lengua similares) y la adopción de un sistema productivo que aseguraba el vestido y la alimentación de esa población, dejando excedentes comerciables, eran aspectos que contribuían a reforzar esa orientación. Incluso, la necesidad de valerse por sí mismos en su defensa, sin contar con la ayuda adicional de las autoridades, facilitó su fortalecimiento. Dicha tendencia, vista con ojos suspicaces, dio lugar a que más adelante se hablara de un “Reino jesuítico” o de un distrito al margen de la potestad real.» (2010: 120)

15 Así lo describe Bartomeu Meliá (1997: 73): «Terminada la guerra estas ideas habían triunfado. José Segundo Decoud, bajo cuya iniciativa se fundó en 1889 la Universidad Nacional de Asunción, había asimilado perfectamente esta ideología “civilizadora”, necesariamente ligada a la extranjerización cultural y económica del país. En sus Cuestiones políticas y económicas decía sin ningún empacho: “La fisonomía moral de un pueblo no es tan fácil cambiarla … Era necesario que el elemento extranjero estuviera en mayor número para que pudiera operar el fenómeno de la transformación (de nuestro pueblo), tradicionalmente indolente por más que se diga lo contrario…”.»

16 Así explica el sistema de encomienda Ignacio Telesca en su artículo sobre la colonia desde 1680 a 1780 en Historia del Paraguay: «Ser indígena en aquellos momentos significaba, fundamentalmente, estar encomendado. Conviene que recordemos los dos tipos de encomiendas vigentes en Paraguay: la mitaria y la originaria (o yanacona). En la primera, los varones entre 18 y 49 años pagaban su tributo al encomendero en trabajo por sesenta días al año; en cambio, en la segunda, los tributarios vivían directamente con el encomendero, todo el tiempo, y estaba involucrada la familia completa del tributario.» (2010:90)

17 La definición clásica que da el Padre Montoya en su Conquista espiritual de 1639 del concepto de reducción da cuenta de esta idea totalizadora que se trató, justamente, de un orden distinto: «Llamamos reducciones a los pueblos de Indios, que viviendo a su antigua usanza en montes, sierras y valles, en escondidos arroyos, en tres o cuatro o seis casas solas, separados a legua, dos, tres y más unos de otros, los redujo la diligencia de los Padres a poblaciones grandes y a vida política y humana, a beneficiar algodón con que se vistan; porque comúnmente vivían en desnudez, aún sin cubrir lo que la naturaleza ocultó.» (Montoya, 1996: 58, las negritas son mías)

18 Con este término Rojas refiere a un espacio que no es el de mera convivencia de las lenguas, sino como un lugar de «conflicto colonial» en el que los actores son las propias lenguas: un conflicto en el que, de acuerdo con criterios evolucionistas, en la adaptación social resultan vencedoras el quichua, el mapuche y el guaraní (Bentivegna, 2019).

19 Citado por Ana María Barrenechea en «Amado Alonso en el Instituto de Filología de Argentina» (1995-96).

20 Menéndez Pidal dirá a modo de elogio en una carta a Amado Alonso, refiriéndose justamente a Hispanismos en el guaraní: «Es rama poco estudiada esa de las influencias de cultura en los incultos. Los hispanismos en el marroquí debieran tener un estudio análogo» (en Lida, 2019: 87, las negritas son mías).