El debate presidencial obligatorio como intervención glotopolítica

Mariana di Stefano

El 23 de noviembre de 2016, con Mauricio Macri en la presidencia de la Argentina, el Congreso de la Nación aprobó la Ley 27.337 llamada «De la Campaña Electoral y el Debate Presidencial Obligatorio», que instituye para todos los candidatos a la presidencia la obligatoriedad de participar de un debate público, que deberá ser televisado, tanto antes de realizarse la primera vuelta electoral como antes del balotaje si es que se llegara a esa instancia. Esta ley, que modificó la ley electoral nacional, prevé sanciones para los que no cumplieren («serán sancionados con el no otorgamiento de espacios de publicidad audiovisual») y otorga a la Cámara Nacional Electoral el poder de decidir reglamento, moderadores y temas a abordar en el caso de que no hubiera acuerdo entre las partes en una audiencia pública que se debe convocar especialmente para estos fines, lo que se puede observar en el artículo 5.

Pero la aprobación de la ley fue producto de un largo proceso, que se inició en 2015 con la creación de la organización no gubernamental Argentina Debate —constituida principalmente por personas allegadas al macrismo—, cuyo principal objetivo fue llegar a controlar los debates presidenciales que ya podían realizarse antes de las elecciones de ese mismo año. En efecto, Argentina Debate logró un rol protagónico en la organización de los dos debates presidenciales que se hicieron en 2015 (primera vuelta y balotaje),1 entre otros, a través de la elaboración de un manual de estilo, que efectivamente se aplicó en el balotaje.2 De este modo, lo que ellos llamaron «el primer debate presidencial de balotaje de la historia argentina» no estuvo regulado por la Cámara Nacional Electoral, sino por Argentina Debate, que tuvo a su cargo la definición de todos los detalles que dieron forma a la práctica, tanto en su aspecto discursivo verbal como visual y, en general, en todos los aspectos de la performance o actio (según la tradición retórica), y que configuraron un moldeado del género «debate presidencial».

En este escrito busco señalar la dimensión glotopolítica de este caso, en el que un grupo social realiza una intervención sobre un género discursivo asociado a una práctica social, como es el debate político entre candidatos a presidente, en vísperas de elecciones nacionales. Como toda intervención, encierra un valor político funcional a los intereses del grupo y sostiene representaciones sobre las formas ideales que debe adoptar la práctica discursiva, a las que se atribuyen sentidos específicos. En tanto espacios gnoseológicos (Bronckart, 2004: 100-101), los géneros discursivos configuran representaciones sobre la práctica a la que están asociados, como también saberes sobre esta como, por ejemplo, qué características debe reunir un candidato político, cómo debe ser su lenguaje y cuál es la finalidad legítima de la práctica, entre otras cuestiones.

Como veremos, entre los resultados que nos deja la reflexión glotopolítica encontramos que se trató de una intervención planificada y explícita, que recurrió a instrumentos como poner en circulación desde un sitio web (el de la Argentina Debate) discursos sobre el género, un manual de estilo prescriptivo para indicar cómo debe realizarse la práctica y, finalmente, la intervención del aparato estatal con la aprobación de una ley. El grupo que la llevó a cabo forma parte del poder económico de la Argentina y sostuvo a la figura de Macri como candidato a presidente. La intervención actúa a nivel de género y produce un formato que remite principalmente a la tradición norteamericana del debate presidencial, articulada con la cultura televisiva del espectáculo, que pretende recuperar algún eco lejano de las controversias universitarias como forma de autolegitimación, y que busca alejar la práctica de los géneros llamados «discusión», «debate» o «controversia» para acercarla a lo que ellos llaman «diálogo» y «conversación». La intervención es coherente con la retórica neoliberal macrista, que se ha caracterizado por sostener representaciones del mundo como simple, sencillo, carente de complejidad y sobre el que es suficiente decir poco y breve.

Klemperer: La adopción del discurso enemigo y el miedo

En esa cantera infinita de observaciones sutiles sobre el lenguaje del nazismo que encierra la obra de Víctor Klemperer, dos reflexiones resultan altamente productivas para pensar el caso de la intervención glotopolítica sobre el debate presidencial: por un lado, la facilidad con que el común de la gente adoptaba de modo acrítico el lenguaje —y con él, el modo de ver el mundo— del nazismo. Klemperer habla de cierta seducción del lenguaje totalitario —siempre presto a reivindicar valores supuestamente positivos como el heroísmo, lo combativo, etcétera— y de su efecto narcotizante que, tarde o temprano, deja atrapado al sujeto en la ideología nazi. Uno de los rasgos llamativos de este proceso de institucionalización del debate presidencial en la Argentina ha sido la falta de polémica social al respecto. El macrismo logró imponer todo lo que se propuso sin encontrar escollos en su camino; nadie debatió ni se le opuso y todos terminaron aceptando el formato ideado por el candidato más temible y tal vez más subestimado en este terreno. Es más, nadie refutó los dos núcleos duros de su argumentación: que el debate fortalece la democracia y que aporta transparencia a la política. Cual poderosos narcóticos, estas dos aserciones dejaron atrapada a la dirigencia política en la lógica macrista. Scioli no asistió al primer debate, pero finalmente firmó el acuerdo para que el balotaje fuera organizado por Argentina Debate, con lo cual el macrismo impuso el formato de la práctica.

El otro punto interesante sobre el que reflexiona Klemperer, y es observable en este caso, es el miedo de los que sostienen estas políticas. Tras ejemplificar distintas formas del estilo nazi, que genera una imagen de gran seguridad en sus voceros, Klemperer (2018: 54) concluye que «en ello hay miedo», que el recurso calculado «es también producto del miedo» y que «solo recurre a tal tipo de propaganda quien lo necesita, quien siente precisamente miedo». En nuestro caso, pese al discurso asertivo seguro y engalanado en los mejores valores que nadie se animaría a discutir (libertad, democracia, verdad), el grupo que lleva adelante esta intervención revela un enorme temor por lo que está en riesgo para ellos. El temor es a otras formas de ejercicio de la práctica, al debate abierto, con tiempos para el despliegue, al que viene de otras tradiciones culturales. La Argentina tiene una rica tradición de dirigentes políticos sindicales y estudiantiles con cualidades tanto oratorias como polémicas. El debate/show televisivo no emerge como formato del campo político mismo, sino de los que llegaron a él de otro lado, del campo empresarial, como en este caso. El miedo los llevó a la anticipación, a actuar con velocidad, a buscar un moldeado rígido y disciplinador de la práctica. El terreno lingüístico/discursivo es también para este grupo un espacio en el que tienen intereses en riesgo que buscan proteger.

Los actores

Una nota de la periodista Silvia Naishtat, publicada en Clarín,3 aporta datos importantes para identificar al grupo que estuvo detrás de la creación de Argentina Debate y de la intervención genérica, ya que fueron los hijos de empresarios los que impulsaron el primer debate. Allí sostiene que la idea de crear una organización no gubernamental que interviniera en el proceso electoral germinó en 2014, entre los hijos de varios empresarios fuertemente vinculados al macrismo, que se unieron al Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento para conformar el primer Comité Estratégico de Argentina Debate. Así, pese a que la agrupación se proclamó como «apartidario e independiente»,4 tuvo vínculos estrechos con el PRO,5 hasta el punto de que quien fuera su presidente en 2015, Fernando Straface, pasó a ocupar importantes cargos públicos inmediatamente después del triunfo electoral de Macri.

En la solapa «Acerca de», Argentina Debate se autodefine como «un espacio colectivo» y presenta a la totalidad de los miembros de su Comité Estratégico como «referentes de la vida pública,6 política y cultural del país de reconocida trayectoria», pero en verdad, lo que tienen en común estas personas es la proximidad o pertenencia al PRO o, en su defecto, al radicalismo que fue su socio político en la alianza Cambiemos, coalición que candidateó a Macri para presidente en 2015. También el coordinador general de Argentina Debate, Hernán Charosky, pasó a ser funcionario público a partir del triunfo electoral del macrismo.

Otra nota periodística publicada en el sitio El Destape —mucho después, en abril de 2018, cuando comienza a pensarse en el 2019 como nuevo año electoral—, firmada por Ari Lijalad, va más lejos y denuncia el financiamiento de Estados Unidos en la creación de Argentina Debate. Según el autor, la fundación National Endowment for Democracy, creada por el Congreso de Estados Unidos para apoyar supuestos valores democráticos en distintos países del mundo, habría enviado casi 100 mil dólares para la creación de la organización.7

Esta conformación muestra que el origen de la intervención sobre el debate presidencial se encuentra en el entorno directamente vinculado a Macri o proclive a su figura como futuro presidente y que excede, incluso, a la política nacional e involucra estrategias de intervención regional por parte de la principal potencia mundial.

Esta información permite afirmar que a nivel de las políticas lingüísticas se replica el gesto del grupo PRO/Cambiemos desplegado en otras áreas, aunque con una notable anticipación: la élite económica se involucra en forma directa en la administración del Estado y en el diseño e implementación de políticas públicas,8 alineada a nivel internacional con Estados Unidos. Además, asume un rol muy activo, tiene iniciativas, sabe cómo quiere moldear al aparato estatal para sus fines y busca intervenir en cada ámbito según estas necesidades.

El nuevo moldeado del género: Su funcionalidad

Los discursos de la página web de Argentina Debate y su Manual de Estilo permiten visualizar el tipo de regulación que diseña este grupo para este género, que apunta a definir aspectos de la actio y del discurso verbal para crear «buenas condiciones para el debate». En la actio moldean la estructura que se le da al evento, el estilo visual y el sonoro, que presentan como un logro de armado minucioso de «lo neutro». En lo discursivo, las «buenas condiciones» estarían dadas por cuestiones estilísticas, ya que el debate se define en términos de diálogo cordial, para lo cual habrá moderadores que controlen que este clima ameno se mantenga, y por los temas, que deben ser cuidadosamente seleccionados por ellos. Esta enunciación se sostiene en un ethos que se presenta imbuido de los mejores valores, el conocimiento de las mejores prácticas y de la representatividad que otorga el considerarse «referentes de la vida pública, política y cultural del país de reconocida trayectoria», a partir de lo cual interpelan a «las primeras figuras políticas» a que «se apropien de esta iniciativa».

La solapa «Acerca de» del sitio web presenta algunas de estas ideas:

Argentina Debate busca visibilizar el valor del debate político y contribuir con la creación de un ámbito propicio para el debate […] Argentina Debate es una iniciativa que promueve la cultura del diálogo para institucionalizar el debate presidencial en torno a una agenda de desarrollo.9

Argentina Debate es representada como una organización de avanzada, que está más allá del resto de la sociedad y realiza esfuerzos para que los otros vean y aprecien lo que ella ve y valora hace tiempo. Sus aserciones están cargadas de presuposiciones de evidencialidad: por un lado, que el debate político es valioso («el valor del debate político») y, por otro, que este requiere de «un ámbito propicio», es decir, que la práctica debe darse en determinadas condiciones para que se alcance el valor que encierra. Se presupone también que Argentina Debate vendría a garantizar esas condiciones.

El fragmento muestra un ethos imbuido de lo que llaman «la cultura del diálogo», rasgo que busca ser legitimante de esta enunciación, pero cuyas características en relación con la práctica política y el debate no se especifican. También se revela un ethos con objetivos muy claros: institucionalizar el debate presidencial y fijar los temas que deberán abordarse. Regular el recorte temático del género parece ser para este enunciador un objetivo estratégico, que se plantea desde el comienzo y se reitera constantemente.

El fragmento titulado «Quiénes somos», en la misma solapa del sitio, insiste con «la cultura del diálogo», aun cuando no deja de ser forzada la relación entre «debate presidencial» y «diálogo» en contexto de campaña electoral, cuando está claro que los candidatos no buscan dialogar entre sí y mucho menos entenderse, sino dirigirse a la audiencia. En este desplazamiento de «debate» a «diálogo» opera una construcción del debate orientada a ocultar la conflictividad que subyace a la práctica política misma y a fortalecer la idea de que el debate político es un intercambio ameno entre candidatos que coinciden en buscar el desarrollo del país. Cualquier otro formato sería continuar con una cultura que se presupone negativa y que sería necesario cambiar. Recordemos que uno de los ejes centrales de la campaña macrista fue acusar a la oposición kirchnerista de «violenta», «autoritaria», y a la expresidenta de «crispada» y «soberbia», todas formas que no serían adecuadas para el formato «diálogo». El «Quienes somos» cierra con la idea de que debe producirse un «cambio cultural», cuyo símbolo sería esta nueva forma de debate político que dejaría atrás otras culturas discursivas y avanzaría hacia la que se presenta como superadora.

El fragmento muestra al ethos como conocedor «de las mejores prácticas», con lo que presupone que existirían buenas y malas prácticas de debate, que ellos se identifican con las «mejores» y que buscan promoverlas. Pese a la presuposición de acuerdo universal acerca de cuáles son «las mejores», revela la idea de que existen otras formas de debatir, de las que habría que apartarse. Como veremos más adelante, en el análisis del Manual de Estilo, las «mejores prácticas» parecen ser los debates presidenciales norteamericanos.

El grupo se construye reforzando su rasgo de «avanzada» o especie de vanguardia que por sus conocimientos y valores estaría en condiciones de «contribuir» con la sociedad señalándole «cuál es la agenda estratégica de desarrollo». Se autoconsideran incluso más allá de «las primeras figuras políticas» que aún no se habrían percatado de la importancia de adoptar este formato y a las que indirectamente interpelan para que lo hagan.

El objetivo de «institucionalizar el debate», es decir, que no quede en un mero armado circunstancial para una oportunidad, sino moldear la práctica para el presente y el futuro del país a través de legislación, se reitera en varias oportunidades, como en los subtítulos «Objetivo» y «Misión», lo que revela un ethos que está planificando a largo plazo políticas de intervención que sean definitivas, que finalmente el Estado apruebe el moldeado discursivo cultural que ellos proponen:

Objetivo: Lograr el primer debate presidencial de la historia argentina en las elecciones de 2015, en torno a una agenda de prioridades del desarrollo, y sentar las bases para su institucionalización.

Misión: Institucionalizar el debate presidencial informado y de calidad en torno a una agenda de prioridades del desarrollo.

El ethos llega a adoptar, incluso, cierto aire épico al representar su acción como una gesta que hasta el momento no se habría logrado («lograr el primer debate presidencial de la historia argentina») y por la trascendencia histórica de sus propósitos («que el debate presidencial sea el símbolo de un cambio cultural»).

En el subtítulo «Misión» aparece el término «calidad» asociado al debate, caracterización que entra en serie con la idea de que habría «mejores experiencias» y de «ámbito propicio». Las «mejores experiencias», en la medida en que logran un «ámbito propicio» para el debate, alcanzan la «calidad» que lo hace «valioso». A esta serie se agrega, en la primera página del Manual de Estilo, la idea de que el debate así configurado va a perdurar como un «bien público» y especifica que, por esas cualidades, confían en que perdure y trascienda en el tiempo como un bien público.

En la primera página del Manual de Estilo, se sostiene que el debate «permitirá el acceso de toda la sociedad a las propuestas de gobierno», expuestas por los candidatos «en igualdad de condiciones en un mismo tiempo y lugar», lo cual producirá como consecuencia «fortalecer la democracia». Así, se relaciona la calidad del debate con las condiciones en que este se desarrolla —entre estas se destaca el hecho de que los candidatos estén copresentes en igualdad de condiciones—, valores todos que se proyectan a la vida democrática del país: a mayor calidad del debate, mayor calidad democrática.

Esta construcción del debate como bien público, que ofrece un servicio a los electores (que «toda la sociedad» acceda a «las propuestas de gobierno») y cuya calidad fortalece la calidad de la democracia, es idéntica a la planteada por la Comisión de Debates Presidenciales de los Estados Unidos en la apertura de su página web.10 Allí, bajo el título «Nuestra Misión», se presentan como una organización «no lucrativa y no partidista» (igual que la organización no gubernamental Argentina Debate), y relatan que su creación se produce en 1987 para «asegurar que los debates proporcionen la mejor información posible a los telespectadores». Los objetivos que declaran son «educar a los votantes» y, por otro lado, realizar investigaciones para «mejorar la calidad de los debates». El razonamiento es el mismo: harían falta organizaciones que estén por fuera de la práctica política misma para garantizar la calidad del debate, atendiendo a las necesidades de los votantes que necesitarían que la palabra de los candidatos llegue de determinada manera. Se presupone que la falta de las condiciones adecuadas sería un modo de manipular a la audiencia, lo cual afectaría la vida democrática. De ahí el valor de los que velan para que no haya manipulación. Como veremos a continuación, las «condiciones adecuadas» son construidas en estos discursos como formas neutras. Tanto en el caso norteamericano como en Argentina, el Manual de Estilo explica el modo de construir el formato «neutro», que vendría a garantizar la transparencia del evento, permitiría una llegada sin mediaciones de la palabra de los candidatos y evitaría cualquier tipo de manipulación, lo cual solo podría garantizarlo una organización no política. Como veremos, la organización no gubernamental argentina necesitó reforzar su autolegitimación con la espacialidad universitaria como símbolo del saber, que también se activa como neutro y objetivo.11

Las nuevas formas del género: La construcción de «lo neutro»

El Manual de Estilo amplía y describe minuciosamente cómo lograr la «neutralidad» para alcanzar las condiciones «propicias» para el debate de calidad que se busca.

En cuanto a lo discursivo verbal, señala tanto cómo deben ser los turnos de habla, tiempos y roles de los candidatos, como los temas y el estilo.

En cuanto a los turnos de habla, tiempos y roles, especifica que cada candidato tiene dos minutos para exponer su postura ante cada eje temático, tras lo cual el otro candidato tendrá un minuto para formularle una pregunta. De esta forma, el primer expositor tendrá un minuto para responder y el otro un minuto para repreguntar otra vez. Finalmente, el primer expositor volver a responder en un minuto. La dinámica se reitera intercambiando los roles (el orden de los turnos se sortea) y para cada eje temático (que serán cuatro). Después de abordar los cuatro temas, hay un cierre libre de dos minutos. La duración total es de una hora con quince minutos, con dos bloques publicitarios de seis minutos cada uno. La dinámica es de simetría y equilibrio en cuanto a turnos, tiempos y roles entre los dos candidatos, lo que genera el efecto de «igualdad de condiciones» y, por lo tanto, de «neutralidad» en este nivel.

Pero hay que destacar que esta dinámica marcada por las intervenciones breves despoja al género del componente deliberativo, en cuanto a la posibilidad de desplegar razonamientos de cierta extensión. El formato parece privilegiar los tiempos televisivos más que los del debate político, además de que aferra al género a intervenciones fuertemente guionadas, ya que es muy importante el ajustarse a un tiempo exacto, con lo cual se aleja a la práctica de la tradición más auténticamente política del debate. La experiencia de 2015 mostró poca espontaneidad de los candidatos y un aire artificioso dado por una exigencia de memoria más que de aptitud comunicativa. Por otro lado, pese al énfasis puesto en la idea de diálogo, la dinámica de intervenciones breves propicia el monologuismo que privilegia a la audiencia y no al adversario. De hecho, pese al formato de pregunta/respuesta/repregunta/respuesta, los candidatos apenas tendieron a esbozar alguna respuesta frente a algún elemento planteado por el otro, pero los tiempos cortos desaconsejan entrar en la lógica del enemigo y sí apuntar a la descalificación de la persona del oponente, más que a discutir sus ideas. La dinámica del formato no prevé un debate de ideas dialogado pese a que lo declama, sino que, por el contrario, favorece el ataque a la persona y la superficialidad en el tratamiento de los temas.

En cuanto a los temas, los seleccionados fueron: desarrollo económico y humano, educación e infancia, seguridad y derechos humanos, y fortalecimiento democrático. La matriz ideológica proveedora de esta selección léxica muestra raíces liberales atentas al desarrollo económico, que en esta formulación parece entenderse en forma autónoma, al margen de las desigualdades o de la distribución de la riqueza; atentas a la educación, como el saber científico, objetivo, necesario para sostener el orden social; a la propiedad privada, que las políticas de «seguridad» deben preservar; y al fortalecimiento del contrato social que normativice la convivencia, que en este contexto alude a la democracia burguesa. El esquema naturaliza que estos son los temas que a todos interesa debatir, con lo cual impide a los candidatos discutir sobre la quaestio (o problema) legítima, que ya la tradición retórica señala como el aspecto clave para un triunfo persuasivo: imponer al otro el tema/problema para debatir.

Las indicaciones acerca del estilo apuntaron a fortalecer la representación del debate en términos de «diálogo ameno» e incluso «conversación» en el que deberá primar un tono cordial, que deberá ser resguardado por los moderadores («el rol del moderador es esencial para mantener un clima cordial en el programa»).

En cuanto al discurso de la actio, el Manual se explaya en indicaciones sobre lo visual, lo sonoro, el estatuto de público y la espacialidad. En todos estos aspectos, el manual opera construyendo «lo neutro» como rasgo legitimante del nuevo género, como se observa en las indicaciones escenográficas que señalan que «los candidatos estarán parados con un atril y un asiento alto en el set principal, de manera equidistante entre ellos y centrados en el plano general». O en la imposición de que «no podrán llevar objetos, documentos, apuntes, teléfonos, libros, diarios, revistas ni ningún otro elemento físico al evento» y que la producción colocará a disposición de los candidatos «hojas en blanco y una lapicera».

Lo «neutro» se configura también a través de indicaciones precisas sobre la gráfica («su color será en tonos neutros de azules»), las tomas de cámara («plano medio y en forma exclusiva» de cada candidato), la música («será neutra») y tanto el tipo como el rol del público. Sobre esto último se aclara que «será un grupo de hasta 500 personas cuidadosamente invitadas por los candidatos y Argentina Debate». Además, afirma que se requerirá «la aceptación previa de las reglas de admisión». Por otra parte, se prohíbe que el público haga manifestaciones de crítica a los candidatos, con lo cual el formato se aparta de la tradición de debates y controversias políticas, en los que el público jugaba un rol muy activo al manifestar sus apreciaciones sobre el evento. En este caso, el silencio del público aportaría al efecto de neutralidad.

Otro rasgo regulado es el de la espacialidad. En 2015, se definió que la institución anfitriona fuera la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, que dispuso su edificio para la realización del debate. Esta espacialidad universitaria activó los sentidos de seriedad, de cierta solemnidad y de cientificidad que reforzaron de distinta manera la idea de neutralidad como rasgo decisivo de las «buenas condiciones para el debate». Si la dinámica de los tiempos del debate es la propia del espectáculo televisivo, con la Facultad de Derecho se buscó recordar que estábamos ante un evento de otro tipo y de otra trascendencia. De alguna manera, el moldeado inscribió a la práctica en la lejana tradición de las controversias universitarias, principalmente teológicas que se dieron en particular en los siglos XV y XVI, en las que la universidad funcionaba como árbitro para definir la verdad entre las posiciones en disputa.

Pese a que el discurso explícito presenta al evento como un diálogo, la mayor parte de los comentarios posteriores a él buscaron desentrañar quién había sido el vencedor, lo que indica que el espectáculo así montado activó una recepción asociada con las controversias en las que alguien define al ganador (ya sea una autoridad, como en el caso de la universidad en el Renacimiento; o el público, con su aplauso o silbido, como fue el caso de las controversias públicas entre anarquistas y socialistas en teatros). La presencia de la universidad aportaría implícitamente una validación en cuanto a la verdad que estaría en juego en el debate. Así, las propuestas de los candidatos tendrían una relación con la verdad en tanto serían evaluables científicamente. Esta evaluación sería neutra y objetiva (como la ciencia), al igual que la que realiza la academia. La presencia del saber de la universidad también funciona como legitimante de la elección temática, que parece emerger objetivamente.

Conclusión

La mirada glotopolítica sobre el moldeado neoliberal del debate presidencial en la Argentina permitió observar su finalidad disciplinadora, funcional al grupo que la llevó adelante, que necesitó reducir el riesgo que al parecer le generaba la práctica no regulada.

Esta intervención permitió observar el estado de las relaciones de fuerza en un aspecto de la praxis social en un momento histórico determinado. En este sentido, la derecha se manifestó con una capacidad de organización y una iniciativa política muy superior al de sus adversarios políticos. También se reveló alineada y financiada por Estados Unidos, lo que muestra su injerencia en la construcción de Macri como presidente. Pese a cierta subestimación en cuanto al modo en que el PRO/Cambiemos podía actuar y resultar persuasivo, sobre todo en aspectos culturales, en el caso del debate presidencial logró exactamente lo que se propuso prácticamente sin obstáculos. La firma de Scioli al protagonismo de Argentina Debate, actualmente puede pensarse como un signo de posicionamientos ideológicos erráticos en el kirchnerismo, de falta de políticas e iniciativas claras para la nueva etapa que se avecinaba, un signo de que ya estaba derrotado incluso antes de las elecciones.

Referencias

Bronckart, Jean Paul (2004). «Les genres de textes et leur contribution au développement psychologique». Langages, 1 (153): 98-108. Disponible en bit.ly/3crMakc.

Canelo, Paula y Ana Castellani (2017). Informe de investigación núm. 1. Perfil sociológico de los miembros del gabinete inicial del presidente Mauricio Macri. Buenos Aires: Universidad Nacional de San Martín. Disponible en bit.ly/35Q9BRo.

Klemperer, Víctor (2018). LTI. La lengua del Tercer Reich. Apuntes de un filólogo. Barcelona: Minúscula.

1 Daniel Scioli, el candidato oficialista, no asistió al debate de la primera vuelta, pero sí al del balotaje.
2 «Argentina Debate 2015. Segunda vuelta: El debate – Manual de Estilo», Debates International, disponible en bit.ly/2yKs45O.
3 Silvia Naishtat, «La génesis de Argentina Debate: Los hijos de empresarios que impulsaron el primer debate», Clarín, 16 de noviembre de 2015, disponible en bit.ly/2WnYxYA.
4 En el sitio web del Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento afirman ser «una organización independiente, apartidaria y sin fines de lucro» que produce conocimiento y ofrece recomendaciones para construir mejores políticas públicas. Para más información, véase bit.ly/3dBoc61.
5 Se llama PRO al partido encabezado por Mauricio Macri llamado Propuesta Republicana. Se constituyó legalmente en 2008, aunque desde 2005 que actuaba con el nombre de Compromiso para el Cambio.
6 El listado completo del Comité Estratégico está disponible en bit.ly/2zoBDrb. En su mayoría, se puede apreciar que se trata de personas afines al macrismo y, además, que el empresariado argentino estuvo altamente involucrado, como lo evidencian los apellidos Bagó, Braun, Galperín, y Román, entre otros.
7 Según se detalla, el envío de dinero se realizó a través del Center for International Private Enterprise, cuyo aliado argentino es el Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento. También se destaca que la National Endowment for Democracy habría financiado siempre organizaciones no gubernamentales opositoras a los gobiernos progresistas de América Latina. Para más información, véase Ari Lijalad, «Elecciones 2019: Los vínculos entre el Gobierno y Argentina Debate», El Destape, 22 de abril de 2018, disponible en bit.ly/2WKuWb5.
8 Las investigaciones de Paula Canelo y Ana Castellani (2017) consideran al gobierno de Macri como un caso inédito en la historia argentina, en el que las élites económicas ocupan en forma directa los principales espacios de gestión del Estado. En su informe revelan que el 31,3% de los funcionarios del primer gabinete de Macri ocupó alguna vez un puesto de alta o media gerencia en el ámbito privado. Además, un 10,9% proviene de corporaciones empresariales como la Sociedad Rural Argentina, Confederaciones Rurales Argentinas o la Unión Industrial Argentina. El 24% (86 personas) ocupaba un cargo en el sector privado al momento de ser convocados para sumarse al gobierno, de los cuales 60 eran CEO que se desempeñaban en los puestos más altos de las compañías en las que trabajaban. El fenómeno se denomina «puerta giratoria», es decir, personas con altos cargos en el sector privado que pasan a ocupar puestos preponderantes en la función pública.
9 Los destacados en las citas son nuestros.
10 Para más información, véase bit.ly/2LfKwWO.
11 La Comisión de Debates Presidenciales de los Estados Unidos destaca entre sus objetivos un dato que no es menor para la reflexión sobre nuestro caso, por los señalamientos de la injerencia norteamericana en la creación de Argentina Debate y en la organización del debate. Allí sostienen que la Comisión de Debates Presidenciales «proporciona asistencia técnica a las democracias emergentes y a otras personas interesadas en el establecimiento de las tradiciones de debate en sus países. En los últimos años, el personal trabajó con grupos de Bosnia, Burundi, Colombia, Costa de Marfil, Ghana, Haití, Jamaica, Líbano, Níger, Nigeria, Perú, Rumania, Trinidad y Tobago, Uganda y Ucrania, entre otros».