Un medio de comunicación de Palma ha acusado a Google de violar la ley de normalización lingüística porque en la versión en castellano de sus mapas pone Lluchmayor o Andrach en lugar de los nombres catalanes correspondientes. En la versión en catalán, el buscador americano sí incluye el topónimo en catalán. Los americanos, si llegan a enterarse de lo que sucede en Mallorca con el catalán, alucinarán. En todo el mundo, los topónimos se escriben en el idioma en el que se habla, por razones fonéticas obvias. Eso no significa que la ciudad en cuestión no tenga un nombre oficial en el idioma que sea, sino que cada idioma hace el uso que considera correcto. Por ejemplo, todos decimos Londres o Colonia, pese a que los nombres oficiales no son esos. Y los catalanes dicen Saragossa, pese a que el nombre oficial, por el momento, no es ese.
Sin embargo, en la locura española, los topónimos en castellano se han ido cambiando a un idioma que no es castellano, como es el caso de Andratx, por poner un ejemplo o de Girona, por poner un segundo. En castellano, la «tx» se debe pronunciar como literalmente y la «gi» como en «ginebra», de forma que no estaríamos respetando la fonética del idioma. Por eso, Google está aprendiendo una lección que no le habrá ocurrido ni entre las tribus africanas: España, el país en el que los castellanos debemos seguir los nombres oficiales en catalán, pero no los que están en inglés, alemán o francés y donde los catalanes no siguen los nombres oficiales en castellano ni en ningún otro idioma. Porque España es diferente, por surrealista.


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