Mercedes Bengoechea Bartolomé

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Entrevistada por Laura Villa

Mercedes Bengoechea Bartolomé es catedrática de filología inglesa en la Universidad de Alcalá de Henares (Madrid) y fue Decana de Filosofía y Letras de la misma universidad de 2003 a 2008. Es una de las pioneras de los estudios sobre lengua y género en España. Ha publicado numerosos libros y artículos de investigación sobre el género gramatical y el sexismo en el lenguaje, el efecto de las políticas lingüísticas feministas y la resistencia por parte de las instituciones normativas, así como sobre la construcción de la mujer y lo femenino en el imaginario masculino, sobre todo, en el discurso literario. Forma parte de la Comisión Asesora sobre Lenguaje del Instituto de la Mujer (NOMBRA) desde su formación en 1994. En 2007 coordinó el Informe Anual del Observatorio Estatal de Violencia sobre la Mujer del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales de España. A lo largo de su carrera ha recibido numerosos premios y reconocimientos, y participado como asesora, entre otras agencias, para Radio Televisión Española y el Ministerio de Justicia.

 

LAURA VILLA: Bueno, Mercedes, pues, muchas gracias por concedernos esta entrevista para el Anuario de Glotopolítca. Es para nosotros un verdadero placer y para mí todo un honor entrevistarte porque admiramos mucho tu trabajo en el Anuario. Para romper el hielo quería preguntarte, seguimos con resaca del 8M, quería preguntarte, sé que has estado muy ocupada, sobre tus actividades, cómo has participado este año de la celebración del día de la mujer.

MERCEDES BENGOECHEA: Pues, fíjate, no llegué a ir a ninguna manifestación porque me pidieron desde México que les diera una charla justamente toda la tarde del 8M, que era mañana en México. Me hizo tanta ilusión que opté por… abandoné todo activismo político, digamos, en la calle en ese momento. Y fue una conferencia para el Centro, además, de Derechos Humanos y, bueno, fue muy emocionante.

LV: ¡Qué bueno, qué bonito! Este año en Madrid, te quería preguntar por esa escisión de marchas que hubo (también un poco si lo puedes explicar para el público no familiarizado), que fue una escisión de base política y también de definición de la mujer, un poco en la línea de la «ley trans». Y, bueno, ¿cómo ves esa escisión para el movimiento feminista en España en este momento?

MB: Bueno, pues, a mí la verdad es que me produce una pena tremenda pero tremenda. Es generacional, por una parte. Es el feminismo histórico contra un nuevo feminismo que incluye a las personas trans, a las personas del colectivo LGTB, y que siempre hemos luchado de la mano. Es verdad que con agendas diferentes, pero que siempre nos hemos apoyado unos colectivos a otros. Y era parte de nuestra fortaleza. Es decir que yo ya sabía que a mis cursos de feminismo siempre venía alumnado gay y yo me alegraba muchísimo y sabía que ahí teníamos cómplices y viceversa. Es decir que el feminismo tradicional íbamos a las manifestaciones, al orgullo… Estábamos ahí, queríamos estar ahí porque pensamos que podíamos ir con la mano. Y ahora lo que se ha demostrado… Otra cosa, también importante me parece a mí, es con los últimos feminismos que insisten en la necesidad de unir feminismo, clase social, etnia, etc. Lo que en lugar de unir ha conseguido disgregar. Es decir, al final te encuentras con discursos donde dicen «no, es que la clase media, las mujeres de la clase media, las mujeres de la clase media alta no puedan entender la lucha feminista». Sí la puedan entender. Y esa ha sido la fortaleza del movimiento feminista, el entender que la posición simbólica, por ejemplo, de la mujer nos afecta a todas, nos afecta a todas por igual. Es decir que, naturalmente, la forma en que vive una mujer de las clases altas no es la forma en que vive una mujer de las clases bajas, que hay actividades políticas que no afectan a unas y sí a otras. Pero a la hora de la verdad, a otro nivel, nos afectan a todas y podíamos ir de la mano. Yo recuerdo hace dos años estaba dando, precisamente, un curso en la Universidad de la Laguna el 8M. Y entonces las clases se interrumpieron y todo el alumnado y el profesorado fue. Yo pasé un momento por el hotel y la kelly, que es como llamamos aquí a la camarera de pisos, la camarera me dijo: «Yo no puedo ir por mi trabajo, pero va usted en mi nombre». Es decir, en un momento dado yo, clase media privilegiada, digamos, yo iba con ese cariño que te puede dar una camarera de pisos diciendo «yo no puedo estar, pero tú estás por mí también». Y eso es como que se ha roto, lo cual… Tú puedes entender perfectamente el discurso de ese feminismo, además luchas por que no haya… contra la jerarquía de clases, la jerarquía de etnias, la jerarquía sexual… Pero si eso se disgrega, pues claro tenemos un problema. Entonces que el feminismo clásico, el tradicional, el histórico, al que yo pertenezco, se sienta agredido por otros feminismos o por otras luchas, pues es verdaderamente penoso. Y es penoso que no haya… Es decir, entiendes el discurso de ambas partes. Yo entiendo perfectamente lo que dice el feminismo clásico de «el sujeto femenino es la mujer». Y nuestra agenda no está completa. Teníamos una agenda que no se ha cumplido. Lingüísticamente esto se ve claro en la lucha entre la a y la e. Ahí está. «No hemos terminado de conseguir la a y estamos con la e», decía alguna de mis alumnas. Eso por una parte. Pero entiendes también que desde el momento en que se ve desde el feminismo trans, desde el movimiento trans, mejor dicho, se ve como una afrenta, pues algo estamos haciendo mal. Porque no debería serlo, no debería serlo. Dicho eso, la manifestación del 8M de hace, bueno, del 19 de marzo, perdón, del 20 de marzo, fue justo antes de la pandemia. La manifestación que se hizo que también tuvo convocatorias diversas era para las precarias, las inmigrantes… Y tú decías, bueno, yo mujer de la clase media que no soy precaria, tengo un trabajo estable, que no soy inmigrante, que no soy trans, ¿dónde estoy? ¿No puedo ir al 8M? ¿No me afecta el 8M? Entonces, yo creo que se han ido haciendo cosas mal, se han ido acumulando, y al final parece que vamos unas contra otras, y eso es absolutamente penoso. Y luego lo malo es, primero, que se ve… El mundo no lo entiende que haya habido dos manifestaciones distintas del 8M, así enfrentadas. La prensa, la ciudadanía no lo entiende, las mujeres normales que antes iban a una manifestación… Algunas amigas me llaman: «Oye, que hay dos manifestaciones, ¿a cuál vamos?». Es decir, no se entiende desde fuera, es algo muy conceptual, muy conceptual, aparentemente es muy difícil de explicar, pero luego materialmente también. Hace nada me llegó una carta de Ana María del Campo. Ana María del Campo es una mujer de 90 y tantos años que es la presidenta de la Asociación de Mujeres Divorciadas y Separadas de España. Es una mujer que ha tenido un papel político importantísimo. Y es la fundadora de los primeros pisos para mujeres víctimas de violencia de género. Son unos pisos que han sido tomados como modelo en toda Europa y en una gran parte del mundo occidental porque cuentan con equipo psicológico, equipo médico, equipo de formación, de tal manera que una mujer víctima de violencia de género va con sus niños y niñas a vivir en esos pisos y después de año y medio, dos años sale recuperada, empoderada y con trabajo. Entonces son unos pisos absolutamente modélicos. Cuestan, cada piso vale 800.000 euros al año y desde que se aprobó la Ley de violencia de género se han mantenido con todas las administraciones de la derecha y de la izquierda en España. Este año les han quitado la subvención, les han dado 2.000.000 euros que no les ha llegado, porque el Ministerio de Asuntos Sociales ha decidido que no era prioritario. Claro, las escisiones son ideológicas, son simbólicas, pero siempre tienen efectos materiales. Entonces, dices por qué se les ha quitado el piso, por qué se ha considerado que hay otros… Pues, ese es el subproducto, la otra lucha, la difícil de entender. Es decir, a mí me da pena por aquello de que sumamos, somos más, sumamos, hemos conseguido que el movimiento #MeToo… Todas las mujeres de todo el mundo de todas las clases sociales hemos tenido algo en lo que identificarnos. Pero estas divisiones nos empobrecen y, desde luego, facilitan la misoginia: «Es que fijaros cómo sois, es que no sois capaces ni de llevaros bien, es que, claro, lo que hemos dicho siempre de que el problema de las mujeres son las otras mujeres». O sea, todo este discurso misógino se puede replicar, o se sienten libres algunas personas para replicarlo porque estamos demostrando que no lo hacemos bien. Así que, bueno…

LV: Un poco lo que hay de fondo es que, en el movimiento feminista, de manera histórica, tradicional, siempre ha habido diferentes reivindicaciones, un poco de clase también. Siempre han estado ahí, siempre ha habido luchas internas, grupos más radicalizados, grupos más acomodados con diferentes reivindicaciones, como tú decías, pero que trabajaban por algunos objetivos comunes. Y habría que volver a encontrar, igual, los lazos de alianza, por lo menos en algunos momentos puntuales y simbólicos, pero también en los lugares de repercusión material, como tú decías antes. Te quería preguntar al hilo de esto un poco sobre tu formación y, bueno, llevando atrás tu participación en diferentes momentos de tu vida de los movimientos feministas, pero también, igual, ligando esto con tu formación, pues, en la primera socialización en tu casa, en la escuela, en la universidad. ¿Cuáles fueron tus referentes? Tú has sido una pionera de la sociolingüística feminista aquí en España. ¿Cómo ves esa genealogía hacia atrás tu trayectoria y ligándola un poco con el movimiento feminista en España?

MB: Bueno, la verdad es que yo nunca he militado en ningún movimiento. Personalmente, yo tenía 16 años, en España estaba la dictadura de Franco, no podíamos leer algunos libros, por ejemplo, Simone de Beauvoir. Y mi madre en una librería aparentemente clásica, por detrás tenía una habitación detrás donde se vendían libros prohibidos. Mi madre me compró El segundo sexo, en la edición argentina, en dos tomos, y ese fue mi regalo de los 16 años. Y ese fue el fundamento teórico. El fundamento emocional, digamos, fue mi propia madre; mi propia madre y sus discursos naturales, de rebeldía natural, de una mujer que había estudiado Filosofía y Letras, que era madre de familia pero que se daba cuenta de lo que pasaba. Ella particularmente dejó, por ejemplo, la iglesia el día que fue y dijo: «Mire, es que mi marido no me trata bien». Y su sacerdote, su confesor le dijo: «Hija, eres mujer, has nacido para eso, ese es tu destino». Y mi madre siempre dice: «Yo me levanté en shock, me fui y ya no volví a la iglesia porque no fue capaz ni siquiera de decirme…». Entonces, ella fue empezando a leer… Y cuando llegué a los 16 años me regaló El segundo sexo. A partir de ahí, pues, fue un autodescubrimiento. Y el siguiente momento vital en mi vida, yo creo, fue cuando decidí hacer la tesis. Yo había pensado dos proyectos de tesis: uno, el lenguaje político, que siempre me ha gustado y, entonces, quería trabajar en el lenguaje político; y en el otro era lengua y género, que entonces no había nada prácticamente en España. Así que le pregunté a un amigo, catedrático de literatura recién jubilado de esta universidad, de la Autónoma de Madrid, amigo de una amiga y nos reuníamos en varios grupos, y yo le pregunté: «¿Qué os parece?». Y, entonces, este profesor me dijo taxativamente: «¿A quién le importa eso de la lengua y género? Por dios, el lenguaje político». En ese mismo instante decidí hacer lo de lengua y género porque si este señor que era una de las referencias básicas de la literatura en español decía que… Estaba claro que sí, que había que hacer algo en lengua y género. Así que empecé a trabajar en lengua y género. Y nada más terminar la tesis el Instituto de la Mujer… la UNESCO se dirigió al Instituto de la Mujer, un organismo gubernamental recién creado en España por el gobierno de Felipe González para trabajar por la igualdad. Entonces, la UNESCO se dirigió al Instituto de la Mujer y le dijo: «Pensamos desde la UNESCO que hay que trabajar el lenguaje, que el lenguaje es fundamental a la hora de simbolizar lo que son hombres y mujeres, la representación de hombres y mujeres, la conceptualización de hombres y mujeres a través del lenguaje. Y se nos ha ocurrido que a lo mejor a través del Instituto de la Mujer pueden ustedes trabajar en esta área». El Instituto de la Mujer aceptó el reto y nos buscó. Entonces éramos solamente dos personas, encontraron dos o tres personas que trabajábamos en esto, con lo cual nos pidieron que formásemos lo que después fue la comisión NOMBRA. La comisión NOMBRA que se llamó NOMBRA… Primero decidimos NOMBRA porque pensamos que lo fundamental era nombrar a las mujeres, hacerlas vivas. Pero lo cierto, como punto gracioso, era que decidimos que tenía que ser las siglas de algo, pero no sabíamos decir, hasta que una de ellas, precisamente la mujer que lo coordinaba en el Instituto de la Mujer, Ana Mañeru, dijo: «No Omitas a las Mujeres, Busca Representaciones Adecuadas». Entonces, eso pasó a ser teóricamente de dónde venía NOMBRA, que no venía en eso. O sea, pensamos que el nombre tenía que ser precisamente una llamada a la acción. Y bueno, pues, a partir de ahí ya toda mi investigación. Hice el posdoc en la Universidad de Cardiff, que trabajan en análisis del discurso, y entonces me dediqué a estudiar, esto ya fue después de la tesis, el análisis… el feminismo en el lenguaje más intensamente y, sobre todo, el feminismo en el discurso, que es el gran giro: de estudiar la estructura de las lenguas a estudiar los usos verbales a finalmente estudiar los usos en el discurso que es el camino por donde ahora más investigamos.

LV: Por ahí te quería preguntar sobre el lenguaje inclusivo. Dos cuestiones que son un poco donde se quedan dos posiciones de oposición, o de enfrentamiento y reproducción del sistema patriarcal que son, por un lado, la cuestión del masculino genérico. Tú has hecho mucho esfuerzo por promover la idea de que los estudios psicolingüísticos nos demuestran que el masculino genérico no es genérico, no incluye a hombres y mujeres. Te quería pedir que reflexiones un poquito sobre eso. Y la otra cuestión es la de la economía del lenguaje como una característica sine qua non o principal del lenguaje versus una idea, una visión del lenguaje performativo, como tú decías bien ahora, el discurso como una herramienta de configuración de identidades sociales, el discurso como una herramienta de configuración de visiones del mundo que posibilita, pues, la reproducción de unos roles de género, y la reproducción y la naturalización de la violencia inscrita en los cuerpos de hombres y mujeres. Esas dos posiciones, esos dos caballos de batalla de la oposición al lenguaje inclusivo, ¿cómo lo ves?

MB: Como ha sido muy larga la pregunta, vuelvo al principio. A ver… Por una parte, yo diría que es curioso cómo las lenguas… Bueno, la lingüística es fascinante y es una de las primeras cosas que yo cuento en mis clases. Sería impensable que en química no se hubieran puesto de acuerdo en la terminología, en lo que vale cada… lo que es el gramo de este elemento químico, porque no podría haber avanzado la química. En lingüística, esto es el ser humano en su totalidad. No nos ponemos de acuerdo, hay 200 escuelas, cada escuela llama una cosa… llama texto a algo diferente, discurso a algo diferente, lengua a algo diferente, etcétera. Digo: «Esto para que lo entendáis». Yo doy una asignatura que se llama Análisis del Discurso y si la da otra persona, otras cinco personas, cada una tiene una cosa diferente. Esto para que entendáis que no hay una única idea de la lingüística. Hoy en día, además, es absolutamente diversa. Una de las cosas que a mí me ha sorprendido siempre es como, dentro de la lingüística, somos casi incapaces de salirnos del marco conceptual. Es decir, desde la lingüística estructuralista estudian el funcionamiento del lenguaje. Y como estudian cómo funciona el lenguaje, cuando tú estás criticando cómo funciona lenguaje, te dicen: «Es que funciona así». Y tú les dices: «Ya, ya. Si yo lo que quiero saber es cómo funciona, por qué funciona así, a quién favorece, cuándo se origina». «No, no, es que funciona así». Es decir, son incapaces de salirse del marco. Te vas a la escuela formalista y te dicen lo mismo: «El género gramatical no tiene ninguna representación real, es decir, es pura arbitrariedad». Perdona, es arbitrario hasta un punto, porque sabemos que el género gramatical es tamaño, «cuchillo, cuchilla», «lago, laguna», o «silla, sillón», o fruta y árbol, «manzano, manzana» y sexo, «niño, niña». Entonces, tiene alguna relación con la realidad. No, no, no. Vamos a ver.

Entonces, quiero decir, no es tanto la economía del lenguaje como cómo me da la impresión de que las preguntas que nos hacemos desde el feminismo lingüístico no son capaces de responderlas en su totalidad ninguna escuela porque no somos capaces ninguna escuela, porque ninguna escuela es capaz de entender la lengua en su globalidad, todas las escuelas nos acercamos parcialmente a explicar de algún modo algo que en el fondo es el ser humano y el cerebro del ser humano. Entonces, claro, no hemos encontrado una explicación total. Por tanto, yo entiendo algunas de las réplicas de muchas escuelas, pero siempre son réplicas parciales porque puedes contra-replicar, con lo cual es un círculo vicioso. La economía lingüística, pues claro que es una finalidad de la lengua, claro que decir «niños y niñas» es más largo que decir «niños». Claro que no puedes hacer como hizo la Constitución venezolana de replicar, desdoblar todos los masculinos referidos a personas, sean artículos, sustantivos, adjetivos, etc. Claro que no puedes hacer eso. Estamos probando. Estamos probando a estar en el lenguaje. Estamos probando a simbolizar de otra manera, a representar de otra manera, a figurar de otra manera en el lenguaje. Estamos probando. Hay cosas que estamos viendo que no funcionan y hay cosas que sí. Vimos al principio cómo no funcionaba… Bueno, no cómo no funcionaba, sino… Las primeras recomendaciones de uso no sexista partieron de la UNESCO, por cierto, casi las primeras, si no las primeras, las primeras así que tuvieron repercusión fueron las de la UNESCO de 1990. Y la UNESCO nos instaba a utilizar fórmulas «neutras», es decir, fórmulas que… genéricos, sean masculinos o femeninos gramaticalmente, pero que representasen por igual a los seres humanos, de tal manera, pues, entonces hablábamos del «profesorado» en vez de «los profesores», «el alumnado», «la ciudadanía» en vez de «los ciudadanos», etc. Bueno, pues, después de usar textos donde has usado muchos términos neutrales, te das cuenta que son tan abstractos y dan lugar a textos tan formales que son útiles en un tipo de textos. Fantástico. El profesor Moreno Cabrera de esta universidad, el mejor lingüista, yo creo, de España que hay, por lo menos a mí el que me merece más respeto, pues lo decía muy bien, es que hay cosas que son para ciertos lenguajes. Entonces, pues, fenomenal, hemos visto que esto funciona en este lenguaje. Estamos buscando formas de representar. No hemos conseguido cambiar la lengua del todo, no, pero hemos conseguido… Yo, si me permites, el éxito de las lingüistas feministas y los lingüistas feministas a mí me parece que ha sido muy notable. No porque la lengua haya cambiado radicalmente. Es decir, el castellano que hablamos hoy es parecidísimo al del XIX, sino que hemos conseguido, primero, concienciar a las masas de que el lenguaje heredado no funciona y que no nos representa. Sólo eso ya hubiera sido un éxito en sí mismo. Segundo, estamos buscando formas de representación donde nos sintamos… Estamos probando y vamos cambiando la lengua. Luego, si quieres, hablamos de cómo está cambiando, porque está cambiando. Y, en tercer lugar, hemos conseguido que cada acto de habla sea un acto político. Nos hemos unido… Es decir, hemos conseguido que la lingüística esté en la lucha al mismo tiempo que otras. Es decir, hemos convencido a la sociedad de que, si no estábamos visibles en la historia de la pintura, en la historia del cine, en la historia de la música, en la historia de arquitectura, en la historia de la ciencia, en ningún discurso que se valora, cómo vamos a estar en el lenguaje. Cómo eso no va a estar unido a que digamos «los chicos», «los pintores», pues claro, y no «las pintoras». O sea, hemos conseguido que esa consonancia cabal se entienda hoy. Y eso también me parece importante. Me he ido mucho de lo que me has preguntado, pero algo de la lingüística… A mí el Anuario de la Glotopolítica y la glotopolítica, en general, es una rama que me fascina porque tiene claro lo que me parece que es un deber de la clase intelectual, que es tener repercusión en la sociedad. Es decir, te pongo un ejemplo. Yo estuve como profesora invitada en la Universidad de Lancaster cuando estaba Fairclough o cuando estaba Wodak. Y entonces, la lingüística crítica del discurso, que empezó maravillosamente porque la idea era precisamente tener repercusión en la sociedad, hacer un activismo de tal manera que tú puedes publicar en tus revistas científicas a un nivel intelectual al que no llega ni siquiera el resto de lingüistas, pero al mismo tiempo tener una repercusión social. Eso es fundamental… Yo qué sé, por ejemplo, George Lakoff. Trabaja en lingüística cognitiva a unos niveles fantásticos, ha conseguido un desarrollo y un entroncar la lingüística cognitiva en la lingüística, que antes estaba desaparecida porque la generativa no es lingüística cognitiva. Y al mismo tiempo escribe el libro No pienses en un elefante, que llega a todo el mundo, quiere decir que cualquier periodista lo entiende, cualquier periodista lo acepta, cualquier persona que trabaja en la clase política lo entiende y lo acepta. Es decir, eso es lo que… Ahí yo creo que es donde debemos estar. Eso que yo pensaba que la crítica… El discurso crítico, bueno, se ha convertido en un entramado intelectual. Yo estaba en Lancaster, te digo, cuando presentó el último libro de metodología del análisis crítico del discurso. Yo estaba allí con tres o cuatro lingüistas, también extranjeras, que estamos. Nos miramos: «¿Tú has entendido algo? ¿Tú has entendido algo?». O sea, a qué nivel puedes estar… Que muy bien para tus propias revistas cuando estás en tu círculo vicioso… Pero a la hora de la verdad sus análisis ya no nos sirven, ya no nos sirven. Lo que nos sirvió al principio el de Lengua y poder donde estábamos viendo una serie de cosas, ya no nos sirven. Entonces yo creo que es fundamental… Glotopolítica aceptó perfectamente este envite de decir yo voy a tener repercusión en la sociedad, yo voy a explicar y a intentar políticamente tener una función. Bueno, pues, eso es lo que yo creo que hemos entendido. Y lo hemos entendido a pesar de que aceptamos que efectivamente no es económico, que es económico decir «la ciudadanía», pero tiene problemas, y que no es lo mismo, que te aleja… Es decir, si tú hablas de «el director general» y «la directora general» que han hecho tal y tal, tu estás, hay agentes sociales claros, personas claras a quien puedes culpabilizar, agradecer. Si tú hablas de «la dirección general», si tú hablas de «la ciudadanía», al final es una masa que no está compuesta por individuos, no ves a los individuos. Bueno, pues, como digo, es factible en un tipo de discursos, pero no en otros. Yo creo que hay que volver constantemente sobre las críticas que te hacen y saber cuándo son razonables y cuándo no. Otra de las críticas que nos han hecho fundamentales, y que a mí me ha hecho reflexionar muchísimo, y que además saca a la luz las propias contradicciones, es la del prescriptivismo. Ahora hay compañeras que están en contra del lenguaje no sexista y que te dicen: «No me digas cómo hablar». Y yo lo entiendo porque he luchado toda mi vida contra el prescriptivismo. Desde nuestra lingüística hemos estudiado, hemos intentado que no haya jerarquía de lenguas, que no haya jerarquía de variedades, que no haya oposición de variedades, que no haya discriminación entre hablantes, que no… entender al hablante desde su variedad. Entonces, claro, cuando tú vas y das recomendaciones de uso, estás cayendo en un prescriptivismo clarísimo. ¿Cómo me lo explico yo a mí misma esta contradicción? Bueno, me digo a mí misma: «Me están pidiendo alternativas porque la gente normal entiende lo que les dices, entienden que no se sienten representadas en el lenguaje, pero no saben después qué hacer, entonces te están pidiendo alternativas». Yo me digo a mí misma: «Lo que doy es sugerencias, recomendaciones si quieres evitar». ¿Qué es lo que yo nunca haría? Castigar. Es decir, sí, pero sí a lo mejor… Y ahora vuelvo a la parte política. ¿Qué hemos tenido como ayuda fundamental la lingüística feminista? Lo que Eisenstein, que es una socióloga australiana, llamó las femócratas. Ha sido fundamental. Las femócratas son las mujeres que trabajan en la administración o en la política feministas. Las femócratas son quienes han entendido el mensaje y lo han llevado a práctica política. Es decir, las mujeres que estaban en los partidos, que están en los partidos políticos, que están en los sindicatos, que están en las asociaciones que se mueven, las mujeres en la administración, las que están en el ayuntamiento de no sé qué o en el… Esas femócratas son las que han entendido el mensaje y lo han llevado, estas sugerencias las han llevado a prescriptivismo. ¿Es una contradicción para mí, no prescriptivista? En un cierto modo sí, pero cómo estás en política, o cómo quieres tener repercusión política y que no haya algo que diga… Bueno, en cierto modo, me lo intento explicar, ya no te digo que puede ser autojustificación, es decir, bueno… El castigo me parece mal, es decir, cualquier persona que hable de una determinada manera me parecería mal que lo castigasen. Es uno de los principios básicos. Pero, al mismo tiempo, lo que han hecho algunos ayuntamientos, que me parece positivo, es decir incentivamos. ¿Qué es lo que han hecho? Vamos a ver, tú vienes a una posición y sacas los mismos puntos. Damos un punto por saber inglés, damos dos puntos por saber francés, damos… Bueno, pues, además si utilizas bien el lenguaje no sexista, es un punto más en la oposición. Entonces, la gente aprende a utilizarlo. O para contratar con este ayuntamiento, los pliegos en que se explican las repercusiones sociales tienen que ir redactados en lenguaje no sexista. Bueno, pues hace que la gente, las empresas se pongan las pilas. Puedo pensar que es una imposición más de las administraciones, pero son imposiciones que al final es no utilizar un lenguaje racista, etc. Entonces, bueno, ya te digo, es una práctica política y lingüística que hace que constantemente te replantees lo que haces y por qué lo haces. Algunas veces te lo justificas, como me lo intento justificar, porque este prescriptivismo que intento que no lo sea… Y al mismo tiempo, pues, te das cuenta que tienes que ir avanzando de otra manera. Y lo maravilloso de todo esto es cómo está el camino político, formal, de las lenguas formales, este del que hablaba Moreno Cabrera, que es el lenguaje no sexista que aparece en las guías, de la UNESCO a la de Comisiones Obreras, el sindicato más importante de España. Todas esas recomendaciones están por un lado, son para un tipo de lenguaje, como hemos dicho, el lenguaje de la administración, el lenguaje formal escrito. Pero es que resulta que cuando estudias la lengua, cómo ha cambiado en el lenguaje espontáneo… Y eso es lo fascinante porque no ha seguido para nada las recomendaciones que dábamos en esos libros. ¿Cómo está cambiando la lengua? Pues, la sociedad ha ido por otro lado. La calle no puede… Ahí está la crítica a la economía de lenguaje. Es decir, la calle no puede decir «los y las niños y niñas guapos y guapas» porque nadie… Ahí es donde la economía lingüística funciona de verdad, no en los textos formales que puedes planificar, etc., en el habla cotidiana. Entonces, ¿qué ha hecho la gente? Ahí está lo maravilloso. Ahí es donde yo soy absolutamente optimista.

LV: Claro. Yo te quería preguntar un poco en esa línea que estás planteando ahora, o sea, que por un lado ha habido construcción desde la normatividad, y hasta el prescriptivo, de guías de estilo no sexistas, tú has participado en los ámbitos jurídicos y los medios de comunicación de recomendaciones para el lenguaje inclusivo. Pero, por otro lado, te quería preguntar sobre el empuje que los movimientos de base, como tú dices, la gente en la calle, desde una manera quizá menos… sin pedir disculpas, sin ajustarse a la norma –unapologetic como decimos en inglés– han empezado a utilizar y encontrar prácticas y herramientas para amoldar la lengua a una sociedad que está en transición hacia lugares por lo menos de resistencia al patriarcado. Vemos en lugares como Argentina o Chile que el lenguaje inclusivo, que da visibilidad las mujeres y las identidades no binarias, está teniendo mucha repercusión, mucha vida social, no solamente en niveles institucionales, etc. Me interesa mucho eso, tu visión sobre cómo está cambiando el lenguaje y desde dónde y de qué maneras diferentes y complementarias.

MB: Bueno, a mí me fascina, o sea, los últimos años de mi investigación se han dedicado a eso. Y estoy fascinada cómo las reglas han ido por un lado, para un lenguaje (bueno, está ahí funcionando), y mientras tanto la sociedad está cambiando. No solamente desde donde tú lo dices, o sea, no solamente desde lugares de resistencia, sino… Ves una amalgama de cambios que se están produciendo desde lugares muy diferentes. Te encuentras mujeres absolutamente… que de forma absolutamente no consciente usan el femenino genérico. Es decir, te pongo un ejemplo. Una alumna de primero en la Universidad Complutense hace un blog para ayudar al resto del alumnado a matricularse porque es un galimatías el registrarse en los primeros años. «¿Cómo matricularse para el primer año?». Y dice, empieza su blog: «Cuando una se matricula en la carrera…». Matricularse, no sé si se usa la misma palabra en Argentina, matricularse es registrarse en la universidad para empezar los estudios universitarios. «Cuando una se matricula… lo que hay que hacer cuando una su matrícula…». Y entonces explica al resto del alumnado, en femenino, lo que hay que hacer. Yo me encuentro ese blog, digo, vamos a ver, y hablo con la chica y me dice: «Ah, es que se me salió. Es que me salió». Ese «me salió», tú no estás militando en ningún sitio, tú… «es que me salió». Este «me salió» que empieza… Yo empiezo a encontrármelo, el pronombre este «una», me lo empiezo a encontrar, entonces, leo una autora aquí, una autora allá, una periodista aquí, una periodista allá. Me encuentro el femenino… Hemos cambiado, por ejemplo, de forma inconsciente ya ha pasado (y además lo bueno es que ya está reconocido por la Academia) usos como el superlativo femenino. Es decir, yo de joven, cuando yo tenía 30 años, yo hubiera dicho, todo el mundo habría dicho «Alicia de Larrocha es el mejor pianista español del siglo XX». Ahora se dice «es la mejor pianista española del siglo XX» e incluye a hombres y a mujeres. Ese cambio, que ya reconoce la Academia como aceptable, se ha producido en una sociedad española por gente que no es feminista, por gente que no es… Suena mejor, es decir, ya no, ya suena raro, ya suena raro llamar… No es que no haya todavía el imperio del masculino, claro, porque… No hay que ir más que a Linkedin, ¿cuántas mujeres se siguen presentando en masculino, no? «Ana Rivas, abogado». Pero, a pesar de todo, o sea, esos cambios por una parte de personas no conscientes. Luego, por otra parte, tenemos el femenino que… Para mí el femenino universal es lo que está poniendo en tela de juicio el sistema gramatical, claro. El sistema gramatical de las lenguas romances está en tela de juicio. Está, no diría desintegrándose porque eso sería demasiado, pero sí que ésta… es inestable. Ya fue descrito como inestable. Y yo creo que a lo que estamos contribuyendo es a que cada vez sea más inestable porque ya no funciona el masculino genérico como tal. Bueno, nunca ha funcionado. Luego, si quieres, te cuento por qué. Pero, volviendo al cambio… Es que yo… Estos chicos que hablan en masculino [*femenino] genérico… Las asambleas del Occupy Wall Street, las del 15M que llamábamos en España. Se levantaba el tío con sus bigotes, con su tal y decía: «Porque nosotras…». Yo lloraba. Porque, es como… Luego… Hay una tesina muy interesante, por cierto, sobre lo que pasó en realidad en el 15M, porque algunos de estos chicos luego decían «por mis cojones, hasta el final». Y bueno, pero estaba ahí, claro, ese… Y ves perfectamente el clash entre formas de decir, otras formas de expresarse, dónde estamos, las identidades, etcétera. Pero estaba ahí. Oír a los periodistas deportivos ahora cuando retransmiten en un partido del fútbol femenino que dicen: «Venga, venga, tranquilas, tranquilas, que estamos tranquilas, estamos tranquilas. Venga. Tenemos que luchar porque somos muy buenas». Ese tipo de cosas, que lo digan los hombres con toda la naturalidad… Que llegue un profesor varón a clase y diga, porque tiene 30 alumnas y 4 alumnos, y dice: «Bueno, vamos a usar femenino porque, en verdad, no os importa». Y los chicos dicen «no, no, no». Ya está. «Venga. Vosotras lo que tenéis que hacer…». Que eso está pasando. Ese tipo de cosas son el cambio que yo creo que va a ir de lejos porque está haciendo tambalearse. ¿A dónde vamos? No lo sé. No lo sé adónde vamos, pero lo que sé es que estamos cambiando.

LV: Claro, y el cambio ha venido de la lucha de muchas de vosotras antes, de muchos lados distintos, desde movilización de base, desde…

MB: Ah, bueno, y luego, claro, me preguntabas por todo el movimiento no específicamente feminista. La primera vez que yo tuve… Yo estaba dando una conferencia en Córdoba, hace muchísimos años, muy al principio de mi carrera. Entonces había lo que parecía un chico sentado en primera fila. Y cuando yo terminé, muy educadamente me dijo: «Tenemos un problema… Es que yo tengo un problema, que no me siento identificado ni con la o ni con la a». Y yo entendí rápidamente lo que me decía. Era la primera vez que me enfrentaba a ese problema así tan directo. Me sentí absolutamente identificada con él. Es decir, de pronto me di cuenta que ese sentimiento que habíamos tenido las mujeres de no sentirnos representadas, identificadas, llamadas, nombradas en la lengua, lo podía tener alguien más. Y ese momento es de revelación, de revelación de lo que la lengua supone. Naturalmente, ¿cómo no lo vas a entender? Si es que, es tu experiencia, ¿cómo no la vas a entender? Pero nunca le habías dado esa forma. Entonces, a partir de ahí empezamos a hablar de otra manera, empezamos a pensar de otra manera. Y efectivamente. El asterisco, no se podía pronunciar. Es visible, políticamente es muy vistoso, lo ves perfectamente. El asterisco tiene el problema de que no lo puedes decir en voz alta. Y de que todas las personas, por ejemplo, intersex que yo he conocido que intentan decirse, no se pueden decir, se pueden escribir pero no se pueden decir en la lengua, porque no es decible, no es leíble un asterisco, una equis. Claro, la e tiene todos esos problemas. Económicamente… Lingüísticamente es económico. La e engloba a todo el mundo. Lo que pasa es que yo creo que va a quedar como el «hen» en sueco, que es como tercera lengua, como tercera posibilidad, es decir a, o, e. Que no me parece mal, en principio, pero yo creo que fue creada para representar a toda la humanidad. Es decir, ahí podríamos estar todos, todas y todes. Pero la e se ha ido quedando en todes, es decir, nos hace pensar en toda la diversidad identitaria, en toda la diversidad sexual, incluso en las personas intersex, pero se ha quedado en eso. Es decir, tú ves «todes» y piensas en ellas, lo cual es fantástico porque es lo que se pretendía, políticamente es lo que se pretendía. Decir una e, decir «todes les chiques», intentamos decir: «Mirar, que además de chicos y chicas hay…». ¿Hasta qué punto engloba a la mujer? Yo creo que ese es el dilema ahora mismo. Yo las uso dependiendo, alternando… Depende de los textos, claro. No se me ocurriría alternar una e y una o en un texto formal, pero bueno depende del tipo de textos, alterno. Cuando me comunico con mi alumnado, pues, siempre que sé que hay una persona abiertamente de la comunidad LGTB, o que te dice «yo no soy binaria», inmediatamente la e, claro. Y cuando escribo al grupo donde hay una persona así, uso la e. Cuando no es así, pues me gusta visualizar las mujeres. Entonces, les uso más el «A todas mis alumnas y alumnos», anteponiendo el femenino porque quiero hacer visibles a las mujeres. Entonces, bueno, la lengua nos permite jugar y decir lo que queramos decir. Pero yo creo que, vamos, no sé lo que pensarás tú, pero la e pretendía o en ciertos casos se pretendía ser absolutamente… englobar a la humanidad. Y creo que ahora engloba la diversidad LGTB, lo cual es fantástico porque nos hace pensar que existen y que están ahí, nos hace recordar en todo momento y lugar que están ahí. Pero, a lo mejor, entonces, nos obliga a decir «todas, todos y todes» y «todes, todas y todos». Pero, bueno, estamos ahí, estamos viendo, estamos luchando, estamos viendo qué es lo que funciona, qué es lo que no funciona.

LV: Claro, es que está cambiando, estamos en pleno cambio. No pienso que la e se lea igual en todos los lugares. A lo mejor en España está más marcado para entidades no binarias que en otros lugares que conozco de Latinoamérica donde sí es más general, de género neutro, en el sentido de englobar…

MB: Sí, sí, en las universidades argentinas está claro que la e tiene una función…

LV:Pero bueno, lo importante es, como tú dices, visibilizar estas cuestiones, la invisibilidad de las mujeres, la invisibilidad de otras identidades de género. Y como tú decías y por cerrar flecos, que el masculino genérico nunca ha servido. Me decías «si quieres luego te cuento». Cuéntame.

MB: Claro, es que, para mí otra de las revelaciones era José Luis Aliaga. José Luis Aliaga es un profesor de lingüística de la Universidad de Zaragoza que explicaba… Luego lo ha asumido y explicado a su vez María Luisa Calero… María Ángeles Calero de la Universidad de Lleida. Pero para mí Aliaga fue la revelación. Él intentaba demostrar cómo… Es decir, unido a la crítica del lenguaje, de la economía lingüística, te dicen que el masculino es el género no marcado dentro del español. Claro, lo que dice José Luis Aliaga, y tiene toda la razón, es no podemos dar la categoría de no marcado cuando no todos los miembros de la categoría lo siguen. Porque solamente se emplea como no marcado cuando se refiere al sexo. Es decir que «los manzanos» no representa, no habla de «las manzanas». Entonces, solamente para la categoría sexo cuando el género gramatical representa, significa el sexo… Y además tampoco para todos, porque resulta que cuando decimos «este hospital necesita enfermeros», no es enfermeras, es enfermeros solamente, porque las enfermeras no pueden estar englobadas ahí. O si yo digo que en la calle no sé cuantitas hay muchos prostitutos, no hay prostitutas, hay prostitutos. Y lo interesante es que Aliaga dice: «Mira a ver que si esto pasa…». ¿En qué pasa? En enfermeras, prostitutas, azafatas… Es decir, categorías donde lo femenino es mayoría y tiene fuerza. Entonces, el masculino genérico resulta que no funciona ahí. Pero también tenemos, a lo largo de la historia, «los monjes» no englobaba a «las monjas», «los brujos» no englobaba a «las brujas». ¿Por qué? Porque eran unas categorías tan fuertes… Entonces es como que te abre los ojos porque entonces te das cuenta de que si las mujeres somos fuertes, no podemos estar en el masculino. Y luego cuando ves que en el reino animal pasa lo mismo… Yo tengo una casa en el norte de España, que es una región ganadera donde la gente tiene vacas. La gente tiene vacas. Y si dicen «tengo las vacas en el prado», tienen vacas y toros, pero son las vacas, o son las ovejas, y hay carneros… Entonces, ¿por qué? Porque lo importante en las ganaderías, en esas ganaderías que además dan leche y que paren, etcétera, lo importante son las hembras. Entonces, esto viene a demostrar que el género gramatical, tal como se expresa, tal como se interpreta en algunas ramas de la lingüística, es defectuoso hasta cierto punto, porque no engloba todas las categorías. El género masculino no es el marcado cuando la mujer es bastante fuerte. Y esto es como un aliciente para trabajar de tal manera que las pintoras puedan estar ahí y no ser englobadas en los pintores.

LV: Te referías antes, me parece que mencionabas «abogado», como cuántas mujeres se presentan con la categoría masculina. Te quería preguntar un poco y a lo mejor, bueno, porque… La cuestión de la invisibilidad de las mujeres va más allá del lenguaje… de las cuestiones gramaticales del lenguaje, voy a decir, y pasa a cuestiones discursivas. Como esa infantilización de la mujer en determinados lugares de posición, como tú dices ahora, de fuerza, de toma de decisiones, lugares donde tradicionalmente, históricamente las mujeres… lugares a los que no han accedido. Y quería preguntarte pues como tu experiencia en la universidad, a lo mejor a lo largo de tu carrera en espacios, ocupando puestos de responsabilidad, como el de Decana. O sea, cómo se vive esa infantilización, esas prácticas que van más allá de lo puramente gramatical, pero que son también un componente importante de la invisibilización de la mujer, de la negación de la mujer a ocupar esos puesto de responsabilidad, y que, de alguna manera, reproduce que muchas mujeres sigan prefiriendo llamarse «abogado» y sean reticentes al «abogada», un poco bueno pues para incluirse, como de alguna manera incluirse y sentirse incluidas, o que los varones las incluyan en los lugares de más poder. Sobre todo, si lo puedes atar sobre tu experiencia en la universidad y ocupando puestos de responsabilidad.

MB: Bueno, vamos a ver, quiero decir por una parte que bendita universidad pública. Yo me he sentido siempre muy feliz y me ha posibilitado leer, investigar, escribir. Es decir, nunca estaré bastante agradecida a la universidad pública, a esa libertad de cátedra, incluso a esa financiación para que te vayas a no sé dónde, para que estudies, para que trabajes, para que ahora te quita docencia para que te vayas puesto que te ha invitado la universidad no sé cuantitas, etc. Es decir, la universidad pública, porque esto no se da en las privadas de España desde luego, no sé en las privadas… quizá en las privadas de EE. UU. sí. Pero desde luego en las privadas de España, y la gente que trabaja en las universidades privadas españolas sufre muchísimo. En las universidades públicas españolas damos poca docencia, tenemos tiempo para investigar, dinero para investigar, aunque ahora la burocracia lo mata todo, pero, en fin, estamos en una situación privilegiada. Por tanto, yo quiero decir que mi experiencia en la universidad no es mala. Pero, sin embargo, recuerdo tres puntos donde te das cuenta dónde estás. Uno es un debate con una Vicerrectora, en el momento, que era química diciendo si… cuando hablábamos de la famosa tijera de la universidad: entran más mujeres que hombres pero hay muchos más catedráticos que catedráticas. Y entonces esta mujer, la catedrática de química, me dijo: «Si yo he llegado, pueden todas». «Pero, vamos a ver. Aplica criterios científicos. ¿Tú vales más que tus compañeras que no son catedráticas? ¿Has trabajado más? Entonces, aplica criterios científicos. O te dices a ti misma que tú eres la bomba y que todas las otras son una porquería, o aplica criterios científicos». No me lo reconoció, pero otras que estaban ahí oyendo… Yo creo que ese tipo de conversaciones las hemos tenido todo el mundo. Luego hay dos o tres experiencias… Lo que pasa es que a lo largo de la vida tienes que aprender a torear las cosas. Yo que tengo un carácter muy fuerte he aprendido a torear en el sentido de intentar entender con un poco de empatía, incluso con la gente machista que no se da cuenta de lo que es. Pues la empatía funciona porque te pones en su lugar y les contestas… Ejemplo: yo, muy al entrar en el departamento en mi universidad, en la universidad en la que he desarrollado toda mi carrera, dije que iba a trabajar en el Instituto de la Mujer, porque el Instituto de la Mujer era cuando nos había contactado a las tres personas que habíamos hecho la tesis en lengua y género para empezar a trabajar. Y entonces: «Cuando se haga un Instituto del Hombre, entonces…». Ese fue el diálogo en el consejo de departamento. Yo, la única mujer ahí, explicando por qué se ha creado el Instituto de la Mujer, por qué es necesario el Instituto de la Mujer y tal. Bueno pues, te tienes que armar de paciencia para… «Es que es lo mismo femenino que feminista. Es que es lo mismo femenino que feminista». Esto en 1992-93 en un departamento. Tener que explicar que femenino y feminista no es lo mismo. Otra cosa peor: las bromas. «¿De qué estás haciendo tu tesis?», unos años antes. «De lengua y sexo», decía yo entonces. «Oh, ¡qué interesante! ¿Cuándo vas a hacer clases prácticas?». Claro, eso ya es… No. Claro, lo cambié a lengua y género, entre otras cosas, no solo porque conceptualmente era distinto, sino porque bueno ya estaba harta de las bromitas. Y luego, para mí lo más triste de la universidad para mí fue cuando mi primera reunión de decanos. Éramos poquísimas decanas, éramos una o dos. Y cuando… Yo pensaba que una reunión de decanos de la universidad era una cosa, bueno… Y cuando termina… Porque, oye, éramos… vas ahí ingenuamente pensando que son seres que bueno y que… Bueno, pues, terminar la reunión y el decano del sitio donde estábamos, de la facultad en la que estábamos decía: «Y ahora vamos a ver a las alumnas que toman el sol en bikini en no sé dónde». Y todos se fueron en masa… Te estoy hablando de 2000, ¿eh?, de 2000 y pico. Y se fueron en masa a la ventana a ver a las alumnas que había un sitio que desde la ventana del decanato se veía que se quedaban en bikini tomando el sol. Y para mí aquello fue una depresión. Dije yo, o sea, este es el mundo que tú piensas que es la academia donde se debaten las cuestiones más importantes sobre la organización universitaria. Tengo que decir que esto hoy sería impensable, pero por qué… Solo han pasado 20 años pero…

LV: Sí, hoy día hay mecanismos para…

MB: … pero y no y que no… Primero, hay muchas más decanas, y segundo, los propios decanos ya no harían eso. Pero es ese mundo en que nos tuvimos que abrir camino. Y bueno pues lo abrimos explicando… Yo en aquella reunión que conste que yo no dije nada. Me fui deprimida, solo os puedo decir que deprimida, diciendo «dios mío lo que nos queda».

LV: Claro, pero parece que es siempre la responsabilidad de una, de colocarse siempre en una posición de enfrentamiento. Que en aquel momento pues sí estás al mismo nivel de jerarquía, pero en otros momentos no. Este tipo de comentarios, como cuando escribías la tesis, este tipo de reunión, nos ha pasado a todas las mujeres en la academia que de vez en cuando nos dicen cosas que son inapropiadas. Y muchas veces vienen de personas, por las características de la universidad, que están por arriba de nosotras jerárquicamente y no dices nada, no puedes decir nada, y la que dice algo se expone al ostracismo, se expone a que no la llamen, a que no la incluyan…

MB: … y que hablen mal de ella, y que inmediatamente…

LV: Bueno, a que se la tache de una radical…

MB: …cómo mínimo, «¡qué rancia y qué falta de sentido del humor!».

LV: Claro, exacto. Y «era una broma», ¿no? Y, entonces, la cuestión también esa del humor ahí. «Bueno, es que cómo os ponéis, os enfadáis por todo, era una broma». Que es también un caballo de batalla fuerte porque lo que hay detrás es permitir ese tipo de prácticas completamente vejatorias.

MB: O sea que, bueno, esta es la vida y esto es lo que hemos tenido que luchar. Y por lo que hemos luchado es para que nuestras alumnas no encuentren lo mismo. Y, bueno, algo hemos logrado, pero, claro, no estamos en el mundo perfecto todavía.

LV:Mucho habéis logrado. Mucho, mucho. Te quería preguntar, para cerrar un poquito. Decías antes que no sabes adónde vamos a ir, pero un poco una reflexión sobre cómo ves el futuro, el futuro para ti como investigadora y como mujer, pero también del movimiento feminista y del lenguaje inclusivo.

MB: Bueno, pues, si me hubieras preguntado hace 15 años… Hace 15 años nos reuníamos ya las mujeres maduras que teníamos ya una cierta trayectoria y decíamos «¿Qué hay detrás?». Parecía que no iba a haber nadie. Eran esos años en que decir feminista era bueno uf. ¿Qué hay ahora? Ahora es infinitamente mejor, es decir, estamos… Hay la simiente y ahora la tienes que dejar crecer, no la puedes tutelar. Eso es lo que yo estoy segura. Yo tengo ahora 70 años, voy a hacer 71, me tengo que jubilar, y pienso… Y hablo muchísimo con… Me da pena por perder ese contacto con las chicas que vienen. Y los chicos, ¡eh! También hay, encuentras mucho luchador con ganas de cambiar. Y, entonces, tú miras a tus alumnas y te presentan cosas que tú no habías pensado, puntos de vista que no habías pensado, en los que no crees mucho, en los… Pero son ellas, es su camino y tienes que dejarlas porque ahora es su vida. Y eso es lo que yo tengo clarísimo. Es decir, hemos plantado simiente y ahora es libre para crecer. Es como cuando tienes un hijo o una hija, tú lo haces, tú lo intentas, y después va a ir por aquí o por allá. Y tienes que respetar su camino. Hay que respetar el movimiento feminista. El feminismo tradicional, es verdad, no ha logrado toda su agenda, pero tendremos que entender a quien viene detrás. Tendremos que ver que tienen razón en muchas cosas. Tendremos que ver cómo lo compaginamos, pero enfrentarnos es para mí una lucha absurda. Y, además, es que tenemos las de perder. Si es que dentro de nada no estamos nosotras y están ellas. Así que déjalas, déjalas. Cuando pidan consejo, tú se lo das, tú se lo dices lo que piensas… Una cosa también que hemos logrado es la genealogía. Es decir, nosotras no teníamos a quién… Teníamos ese… Simone de Beauvoir… Pero ellas tienen, y además las reconocen, porque cualquiera reconoce, no es que se identifique con todas las feministas, pero sí tienen sus madres. Es decir, hemos conseguido ser madres, lo cual es maravilloso. Te puedes ir con una alegría en el cuerpo. Y entonces… Y eso es lo mismo que el lenguaje inclusivo. Habrá que… Si la e funciona, vamos a aceptar la e, aunque la a tenga menos papel. Ya veremos cómo eso funciona, a lo que va. A lo mejor después de 20 años tenemos que decir «no funciona», pero no podemos negarlo. Está ahí, es una realidad, etc.

LV: De verdad que has sido referente para muchas de nosotras y para muchas de la generación que viene detrás. Te agradecemos mucho toda tu carrera, toda tu trayectoria y todo tu trabajo, la generosidad de habernos concedido la entrevista para el Anuario de Glotopolítica. Y ojalá siga la conversación sobre…

MB: ¿Te puedo decir una última cosa?

LV:¡Claro!

MB:Fíjate, de todo … Bueno, pues, a mí me han dado algún premio, cosas de esas cuando…

LV: Algunos… bastantes.

MB: ¿Sabes cuál es el único que no se dice, que me emociona cuando lo digo? En el 2000 la ONU escribió un libro que decía «logros del milenio en el cambio sustancial de la mujer en el planeta». Y pusieron nuestra crítica al diccionario de la Academia. Para mí… O sea, que la ONU reconozca que el mundo simbólico es importante y que lo que hemos hecho para criticar el diccionario, que tiene 400 millones de personas que lo tienen como referente, que lo reconozca la ONU, eso no es un premio que se pueda poner. Eso es a nivel personal… Eso y que una alumna te llame maestra y lo que me acabas de decir, lo más importante.

LV: Es un reconocimiento importante. Yo no te he preguntado sobre la confrontación de la Real Academia un poco a propósito por invisibilizar esa confrontación, oposición frontal que has trabajado mucho. Pero me alegra mucho que hayas mencionado este dato porque la labor… O sea, incluso con instituciones que están tan arraigadas, que son tan casposas, vuestra labor ha sido muy importante para mover eso un poco y, sobre todo, para despertar una conciencia crítica en la sociedad que ve a esa institución como lo que es, una institución que va a rémora del uso y, bueno, que es completamente anacrónica, si quieres, en la cuestión del uso del lenguaje hoy en día. Es un reconocimiento brillante, muy merecido. Y me alegra mucho que lo hayas mencionado para terminar. Mercedes, muchas gracias. ¿Qué vas a hacer, si te jubilas, cómo vas a seguir?

MB: Pues, tengo dos caminos: uno, quemar todos los libros de lingüística o dejarlos de lado y dedicarme a estudiar la historia de la pintura que es lo que me fascina, o seguir. Entonces, no sé cuál de los dos caminos…

LV: Ojalá los compagines para que tú seas feliz y nosotras sigamos disfrutando de tu trabajo.

MB: Muchas gracias.

LV: Muchas gracias, de verdad.

MB: A ti.