María Tadea Díaz Hormigo
Profesora Titular de Lingüística General
Universidad de Cádiz
1. Introducción
La aplicación al dominio de la formación de palabras de la distinción sistema / norma formulada por E. Coseriu (1952) permite diferenciar, en un primer estadio, entre formaciones no posibles desde el punto de vista del sistema de la lengua por no responder a una determinada restricción sistemática —por tanto, a un determinado fenómeno de agramaticalidad— y formaciones que sí son posibles desde el punto de vista del sistema, para delimitar ulteriormente, en el conjunto de estas formaciones virtuales o potenciales, aquellas existentes, permitidas y aceptables, esto es, las consagradas por la norma, y las formaciones inexistentes, no permitidas, inaceptables y, por tanto, no consagradas por la norma a pesar de que se ajustan a un determinado mecanismo de derivación o de composición característico de esa lengua. En este sentido, respecto a estas formaciones anormales, parece imprescindible atender al concepto generativista de bloqueo, término acuñado por M. Aronoff (1976: 43) y que, aunque no tiene en cuenta la distinción entre sistema y norma y, por tanto, tampoco entre formaciones imposibles o inaceptables por un fenómeno de agramaticalidad y formaciones posibles pero inaceptables por un fenómeno de bloqueo , puede contribuir a explicar la no aceptabilidad de estas palabras consideradas posibles según las reglas de formación de palabras de una lengua, esto es, las palabras posibles aunque inaceptables, siendo necesario, no obstante, determinar en cada caso la causa de su inaceptabilidad, esto es, las razones de que dichas formaciones estén bloqueadas en su actualización. Para ello, resulta útil recurrir, por ejemplo, al concepto de lexicalización, que supone diferenciar entre significado potencial o virtual, es decir, el resultado de una operación semántica sobre una determinada base léxica a partir, generalmente, de la aplicación de un mecanismo o esquema de formación propio de la lengua, y significado actual o de inventario , si bien por parte de E. Coseriu (1966 y 1970) se opta por ir más allá de los límites impuestos por esta distinción para analizar la formación de palabras a partir de una particular interpretación de carácter pragmático del concepto de designación.
En cualquier caso, el panorama esbozado contribuye a revelar que la predictibilidad, tanto formal como semántica, en el dominio de la formación de palabras es sumamente restringida o limitada, pues, como bien afirma M. Aronoff (1976: 18), “words are peculiar, not only in that not all of those that should exist actually do, but also in that those which do exist do not always mean what they are supposed to mean, or even look like what they are supposed to look like”.
Ahora bien, en cierto sector del léxico de la lengua, resultado fundamentalmente de la aplicación del mecanismo de la derivación, sí es posible hallar determinadas regularidades desde los puntos de vista de la forma y del significado, siendo precisamente esas series de derivación regulares las que, en definitiva, hacen posible aislar y describir los mecanismos morfológicos de formación de palabras; delimitar los tipos o estructuras de compuestos gráficos o estrictos que son más productivos; determinar aquellos principios que rigen la correcta formación de las palabras complejas, e incluso establecer interdependencias o correspondencias entre algunas formas de derivación, así como vinculaciones entre los afijos de las formaciones derivadas con las terminaciones específicas de las unidades que actúan como bases . Precisamente, en base a ello, y porque no todo es irregularidad, por una parte, los mecanismos de la derivación y la composición son considerados procedimientos motivados intralingüísticamente —las formaciones derivadas y compuestas obedecen a regularidades morfológicas, semánticas y sintácticas—, y, por otra, también por ello, el hablante puede crear —formar, inventar, emplear— y el oyente puede entender e interpretar correctamente formaciones que no existen previamente o que no ha oído nunca .
Al primero de estos aspectos, concerniente a la motivación intralingüística de las formaciones complejas, se refieren algunos autores como, por ejemplo, S. Ullmann (1962: 92 107), quien establece que, a diferencia de las palabras enteramente opacas, inanalizables o convencionales, otras son motivadas, y esto puede suceder de varias maneras, ya que la motivación de las palabras puede radicar tanto en los sonidos —la denominada motivación fonética, que afecta a los términos onomatopéyicos—, como en el fondo semántico —la motivación semántica, propia de las expresiones figuradas del lenguaje— o en su estructura morfológica —la motivación morfológica, que caracteriza a los derivados y a los compuestos—, tal como se observa, por ejemplo, en el derivado preacher, transparente porque puede ser analizado a partir del verbo preach y el sufijo er, formador de nombres de agente a partir de verbos, de tal manera que quien oiga por primera vez este derivado lo comprenderá fácilmente sólo con que esté familiarizado con el verbo y el sufijo citados, y en los compuestos penholder y penknife, de significado deducible a partir del de sus componentes. También el lingüista alemán K. Baldinger (1970) marca en el conjunto de las denominadas palabras motivadas, transparentes o analizables, opuestas éstas a las consideradas arbitrarias, opacas, inanalizables o convencionales, una delimitación entre las motivadas de modo natural o directo, esto es, las que responden a la que se llama motivación primaria del lenguaje, grupo en el que se insertan las onomatopeyas, pues en ellas se intenta que se dé, al menos en un principio, una relación natural o directa entre la forma de la palabra y la realidad que ésta simboliza, y las motivadas de modo secundario, indirecto o intralingüístico, que no manifiestan ningún vínculo directo o nexo de unión entre la forma y la realidad. Esta motivación secundaria, indirecta o intralingüística tendría dos manifestaciones: la motivación morfológica, a la que se ajustan las formaciones derivadas y las compuestas, y la motivación semántica, característica de las creaciones metafóricas, metonímicas y sinecdóquicas del lenguaje . Por su parte, J. Lüdtke (1996) apunta que esta motivación morfológica que se observa en los productos de la formación de palabras, que, frente a otros cambios léxicos, están caracterizados por sus formas, se encuentra tanto en las nuevas creaciones regulares (neologismos) como en las palabras morfológicamente complejas transmitidas por los hablantes en el habla. En cualquier caso, según este lingüista alemán, el dominio propio de la formación de palabras considerada desde el punto de vista sincrónico incluye tanto el estudio de los procedimientos productivos como las creaciones correspondientes, lo que implica atender a los criterios de la productividad, la regularidad y la motivación.
Y ello porque, efectivamente, además de la motivación morfológica, otro de los mecanismos que operan tanto en la creación como en la comprensión e interpretación de las formaciones complejas es el de la analogía, de tal manera que las palabras existentes y ya consagradas en la norma se constituyen en pautas, esquemas o modelos para la creación y para la comprensión e interpretación de otras formaciones posibles. De este modo, la creatividad léxica en que consiste esencialmente tanto la derivación como la composición implica la extensión de los procedimientos productivos de derivación y composición a otros lexemas o a otras combinaciones de lexemas, dando origen, por tanto, a nuevas formaciones.
Pero, a pesar de todo esto, lo cierto es que, por factores de diversa índole, los procesos que conforman la denominada morfología derivativa de las lenguas no son tan regulares como los que conforman la llamada morfología flexiva. Y en este artículo nos centraremos en la descripción de determinados aspectos de ese dominio de la formación de palabras caracterizado precisamente por la falta de regularidad y de predictibilidad. Partimos (cf. Díaz Hormigo 2003a) de que la aplicación de determinados mecanismos morfológicos de formación de palabras está restringida en base a condicionamientos propios del sistema de la lengua o bien de la misma norma. Estas restricciones sistemáticas y normativas pueden ser debidas a factores de diversa índole. Nuestro objeto es determinar y describir algunas de las causas que explican que determinadas palabras complejas sean inaceptables, bien desde el punto de vista del sistema o sólo desde el punto de vista de la norma, diferenciando, por tanto, entre inaceptabilidad por un fenómeno de agramaticalidad e inaceptabilidad por un fenómeno de bloqueo. Por ello, nuestro trabajo se estructura en dos partes: en la primera (apartado 2) trataremos las restricciones sistemáticas, las cuales se basan, fundamentalmente, en factores morfológicos, semánticos y sintácticos, para en la segunda parte (apartado 3) proceder del mismo modo respecto a las restricciones normativas, que pueden ser clasificadas teniendo en cuenta criterios, al menos, de carácter fonológico, morfofonológico, morfológico, semántico y sintáctico.
2. Restricciones sistemáticas
En efecto, la agramaticaticalidad de las formaciones imposibles o inaceptables desde el punto de vista del sistema puede ser debida a razones de índole morfológica, semántica y sintáctica. Por ello, distinguimos restricciones sistemáticas morfológicas, restricciones sistemáticas semánticas, que incluyen las impuestas por el aspecto léxico de las unidades que actúan como base de las formaciones complejas (cf. n. 12), y restricciones sistemáticas sintácticas.
2.1. Restricciones sistemáticas morfológicas
Estas restricciones atañen tanto a la asignación de los denominados “marcos de subcategorización de los morfemas” (Varela Ortega 1990: 52), específicamente, a las posibilidades distribucionales o combinatorias de los afijos en relación con las categorías lingüísticas de las bases a las que virtualmente pueden adjuntarse, como al orden de afijación o incrustación de los morfemas en la estructura interna de la palabra compleja.
En efecto, a diferencia de los prefijos, que se caracterizan por tener una combinatoria categorial menos rígida, todo sufijo está subcategorizado para una categoría lingüística determinada, lo que implica, por una parte, que cada uno de los sufijos puede ser asignado a una categoría lingüística específica y, por otra, que aquéllos seleccionan sus bases teniendo en cuenta, entre otras características, precisamente la categoría lingüística de la misma, siendo éste —la categoría lingüística de la base con la que pueden combinarse— uno de los criterios que se maneja para clasificar los sufijos y que permite, a su vez, distinguir los sufijos que se especializan en la formación de verbos, sustantivos, adjetivos o adverbios. Sirva como ejemplo el hecho de que los sufijos (i/e)dad y ción, que forman sustantivos abstractos en español, se adjuntan, respectivamente, a determinados adjetivos y a determinados verbos, pero no a unidades léxicas de otras categorías, por lo que formaciones como felicidad, suciedad y construcción son gramaticales y otras como *cantaridad y *sillación resultan agramaticales e inaceptables.
Precisamente del hecho de que todo afijo esté subcategorizado para una categoría lingüística determinada, esto es, que presente un marco de subcategorización definido, se infiere que la ordenación interna de los morfemas en la estructura de la palabra es fija y rígida, siendo ésta una de las propiedades que permite distinguir las unidades morfológicas de las sintácticas (cf. Bosque 1983: 125). En efecto, sirva como ejemplo el derivado nacionalización, que, puesto que resulta de la serie de derivación nación, nacional, nacionalizar, nacionalización, se segmenta como [[[[nacion]al]iz](a)ción], siendo agramatical cualquier otra formación que presente alterado el orden de incrustación de los morfemas, pues éste está determinado por la categoría lingüística de la base con la que tales morfemas se combinan, ya que el sufijo al deriva adjetivos a partir de sustantivos; izar, verbos a partir de adjetivos, y ión, sustantivos a partir de verbos . Asimismo, morfemas flexivos y derivativos presentan también un orden morfológico de distribución bien definido, pues en la estructura interna de la palabra compleja, la sufijación derivativa precede a la flexiva, que, por su parte, también tiene una ordenación fija, ya que, por ejemplo, los morfemas flexivos de género preceden a los de número; los de grado a los de género y número, y los de tiempo y aspecto verbales a los de número y persona, y, por lo que respecta a la derivación, los sufijos no apreciativos preceden a los apreciativos y éstos, a su vez, a los flexivos tal como se observa en la formación trabajadorcitos, a la que corresponde la segmentación [[[[[trabaj](a)dor](c)it]o]s]. Ahora bien, aún respetándose los principios anteriores, relativos a los marcos de subcategorización propios de cada morfema gramatical y al orden en que deben aparecer éstos en la estructura interna de la palabra compleja, pueden crearse formaciones agramaticales e inaceptables si se produce la concurrencia de afijos semánticamente incompatibles, bien sea porque éstos presentan valores semánticos contrarios o porque expresan un mismo valor semántico. Por ello, resultan inaceptables formaciones que resultan de la adjunción de sufijos aumentativos y diminutivos a una misma base, siempre que estos sufijos sean interpretados con significados de signo contrario, como, por ejemplo, los de “aumento” y “disminución” y no alguno de ellos con otros matices apreciativos, meliorativos o peyorativos, por lo que sí son aceptables, por ejemplo, los derivados mocetón, dulzoncito, guapetón, guapetoncito . Asimismo, formaciones agramaticales porque se produce concurrencia de afijos que son semánticamente incompatibles porque expresan exactamente el mismo valor semántico —en este caso, el de “negación”— son *indescortés, *indesconfiar, *indesacatar, *indesordenar, *inanormal, *inamoral . Sin embargo, frente a éstas, sí son admitidas por el sistema combinaciones de afijos que expresan un mismo valor semántico pero en distinto grado, como es el caso de los prefijos intensificadores sobre y re, que, precisamente porque difieren en el grado de intensificación —mayor en sobre-, que, por ello, ocupa la posición externa de la formación—, figuran como concurrentes en palabras complejas como, por ejemplo, sobrerecargar (cf. Martín García 1998: 125). No obstante, las formaciones inaceptables porque se violan las restricciones sistemáticas que rigen las posibilidades combinatorias de determinados afijos han de ser distinguidas de aquéllas que resultan agramaticales porque se incumplen las restricciones lexicológicas —incompatibilidades semánticas— que impone el sistema a las combinaciones de bases y afijos, las cuales han de ser consideradas restricciones sistemáticas semánticas.
2.2. Restricciones sistemáticas semánticas
En efecto, también resultan inaceptables las formaciones en las que se incumple alguna restricción sistemática a la operación del procedimiento de formación de palabras en cuestión debida a la semántica de la categoría lingüística que actúa como base.
Por ello, no todos los sustantivos como, por ejemplo, los abstractos, y, sobre todo, los formados con sufijos que los marcan como tales abstractos, son compatibles semánticamente con la sufijación diminutiva indicativa de “disminución” o “aminoración” objetivas, por lo que en español resultan agramaticales palabras como *ateismito, *diplomacita y *caridadita . Igualmente, los llamados sustantivos de “acción y efecto” sólo pueden formarse a partir de bases verbales que expresan un contenido que indica la realización de un acto o hecho, pero no de las de otros verbos, por lo que formaciones como *morición, *morimiento; *parecimiento; *enfermación, *enfermamiento, y *llovición, ya sea con éstos o con otros sufijos pero con los significados de “acción y efecto de morir, parecer, enfermar o llover”, respectivamente, son inaceptables. Y si se emplearan estas formaciones que son inaceptables por incompatibilidad entre la semántica de la base y el procedimiento, mecanismo o esquema de formación que puede dar origen a tal formación, serían formaciones derivadas agramaticales, pues quedan fuera del conjunto de los nombres considerados posibles desde el punto de vista del sistema. Asimismo, como ejemplo de restricciones sistemáticas semánticas impuestas por el aspecto léxico de las unidades que actúan como base de las formaciones complejas , mencionaremos que el prefijo re- que significa “repetición y reiteración” puede añadirse sólo a las bases verbales que expresan un contenido, ya sea acción (por ejemplo, escribir-rescribir, agrupar-reagrupar, instalar-reinstalar, leer-releer, construir-reconstruir, modelar-remodelar) o proceso (por ejemplo, aparecer reaparecer, brotar-rebrotar, comenzar-recomenzar, surgir-resurgir), realizable de nuevo de modo más preciso y exacto por / sobre un determinado objeto, pero no a las de otros verbos que expresan un contenido que no cumple esta característica, como se observa en las formaciones agramaticales de estar-*reestar o de morir-*remorir (cf. Varela Ortega 1990: 16). De ello se infiere que el prefijo re- con el valor de “repetición y reiteración” se adjunta sólo a bases verbales de carácter télico o perfectivo, en el sentido de que la acción vento (cf. Martín García 1998: 80-82), a diferencia de otros prefijos que, como apunta S. Varela Ortega (1999: 275-276), seleccionan bases verbales (por ejemplo, los prefijos a-, en-) o adjetivales (por ejemplo, el prefijo in-) atélicas. Esto viene a mostrar que los rasgos aspectuales de la base condicionan la adjunción de unos prefijos frente a otros y son la causa, precisamente, según la citada autora, de la agramaticalidad de formaciones como *enalcanzar, *anacer, *inharto, *inlleno o *inenfermo, frente a las gramaticales y aceptables encubrir, atraer, infiel, intolerable, impuro e irregular.
Otros ejemplos de restricciones sistemáticas semánticas, en este caso de formaciones compuestas, vienen dados por palabras complejas como, entre otras, limpiabotas, pinchadiscos, guardaespaldas, guardameta, guardacoches, guardabosque, etc., que rechazan la adjunción de sufijos de “agente”, pues tales formaciones, que presentan una estructura de verbo + sustantivo, ya designan por sí mismas a un agente, a alguien que ejerce una determinada actividad sobre un objeto específico, y esta actividad se configura como su oficio, profesión u ocupación. De ahí que sean agramaticales formaciones como *limpiadorbotas, *pinchadordiscos, *guardadorespaldas, *guardadormeta, *guardadorcoches, *guardadorbosque, etc.
2.3. Restricciones sistemáticas sintácticas
Las restricciones sistemáticas morfológicas y semánticas atañen fundamentalmente a la denominada sintaxis interna de las formaciones derivadas y compuestas, pues la indagación de ésta consiste esencialmente en la segmentación de tales palabras complejas en unidades lingüísticas significativas y en el examen de las relaciones gramaticales y semánticas que contraen entre sí tales unidades, observándose en este sentido una tendencia a identificar estas relaciones con las relaciones intersintagmáticas que se establecen en las estructuras sintácticas oracionales y suboracionales.
Frente a éstas, las restricciones sistemáticas que aquí llamamos sintácticas tienen que ver con la sintaxis externa de la categoría que actúa de base de la formación, ya que la estructura argumental —también denominada red temática, esquema de valencias semánticas o estructura valencial— de ésta es la que determina las condiciones para la aceptabilidad o no de la formación resultante. Sirvan como ejemplo los adjetivosformados con el sufijo -ble (vendible, destructible, lavable, perdurable, respirable, etc.), que indican cualidades de objetos que pueden ser sometidos a una determinada acción o proceso. Tales adjetivos derivan de verbos transitivos e intransitivos que seleccionan un argumento que, desde el punto de vista categorial, ha de ser un sintagma nominal que en la estructura oracional puede desempeñar la función sintáctica de sujeto o de objeto directo de ese verbo, pero, desde el punto de vista semántico, ese sintagma nominal ha de tener necesariamente la función de “tema”, siendo éste el objeto del que se predica la cualidad expresada por el adjetivo derivado (Juan traduce historias , Las Tema historias son traducibles). Igualmente, los sustantivos sufijados con el afijo -dor con el valor semántico de “agente” sólo pueden ser formados a partir de verbos transitivos y de verbos intransitivos puros o inergativos, esto es, a partir de verbos que presentan una estructura sintáctica que incluye un sujeto que es un argumento externo, al que le corresponde, obviamente, la función semántica de “agente”, pero no a partir de verbos intransitivos inacusativos o ergativos, pues éstos carecen de una estructura sintáctica con un argumento externo. De este modo, explican, al menos, J. Martín García (1998: 19, 42 y 59) y S. Varela Ortega (1999: 274) la existencia y aceptabilidad de formaciones como decorador, inventor, vendedor, comprador, formadas a partir de verbos transitivos, y de fumador, trabajador, corredor, nadador, derivadas de verbos intransitivos puros o inergativos, así como la agramaticalidad de *llegador, *moridor, *nacedor, *aparecedor, *ocurridor, *existidor, pues tienen como bases verbos inacusativos o ergativos.
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