Como un aporte del gracejo criollo, infinidad de voces son empleadas en el habla popular con otros significados, muestra de la imaginación y creatividad de los cubanos.
Aunque el mundo vegetal está bien representado, según estudios sobre el tema, predominan los vocablos relacionados con los animales, por estar más identificados con el hombre en cuanto a rasgos comparativos y costumbres.
Así, en Cuba suele llamársele anguila a la persona escurridiza; bibijagua, a la laboriosa; en tanto el erizo es sinónimo de huraño, la gallina de cobarde o mujer medio tiempo; el sapo al impertinente o inoportuno; y la tiñosa denota un asunto imprevisto o molesto.
«Vaca sagrada” se define como aquella persona que a lo largo del tiempo, ha adquirido en su profesión una autoridad y un prestigio que la hacen socialmente intocable.
En el orden vegetal, la caña, en una de sus «acepciones», alude al peso o unidad monetaria; el coco a la cabeza, aunque es también símbolo para atemorizar a los pequeños por aquello de “ahí viene el coco” y además guarda relación con deseos reprimidos.
Por otra parte, la lengua castellana despunta repleta de modismos o frases hechas cuyo origen, a veces, es todo un misterio.
De gran arraigo en la sociedad, esas expresiones populares poco o nada tienen que ver con las palabras que la forman.
Pero de algunas sí se conoce su procedencia, según investigaciones y están recogidas en la obra Con dos huevos, de la filóloga francesa Heloïse Guerrier, quien posteriormente establecida en Madrid, fue descubriendo los aportes al idioma de Cervantes.
Dormir la mona, una expresión muy popular entre los cubanos, se refiere al sueño profundo provocado por la ingestión de alcohol, y su origen data del siglo XVI, cuando existía la costumbre de dar vino a los monos para comprobar el efecto que les causaba.
Aquí hay gato encerrado, aduce a una razón oculta, y proviene de algo cotidiano en el llamado siglo de oro, de guardar dinero en bolsas hechas con piel de gato.
Dar gato por liebre, significa engañar a alguien ofreciéndole un servicio de mala calidad, y se sustenta en la mala fama de la comida que servían las antiguas posadas, de las cuales se rumoraba servían gato en lugar del conejo o cordero que anunciaban.
En nuestro archipiélago, los expertos dicen que al tener sus pobladores un lenguaje y expresiones tan propios, bien se podría conformar un diccionario cubano propiamente dicho, según páginas digitales.
A menudo aquello de “ asere qué bolá” –casi convertido en habitual saludo- e “irse pa”l yuma”, en alusión a Estados Unidos, dejan en ascuas a visitantes, y es que la jerga de esta isla es única, por la influencia de varias culturas, con predominio de la española y la africana.
Y en esa autenticidad idiomática, el humor de los nacidos en la Mayor de las Antillas está latente y gracias a esa riqueza, infinidad de autores han ejemplificado en libros o diferentes escritos la tipicidad del léxico, como por ejemplo Argelio Santiesteban.
Así, ambia se traduce en amigo o amiga; ser un quemao, resulta conocer mucho de determinado tema; andar a la my love, sin ninguna preocupación; y qué cubano no ha amanecido alguna vez con el moño virao, o sea, con el día malo.
Y a quién en esta tierra donde abunda la solidaridad, no le han tirado un cabo, o han aconsejado a alguien a no coger lucha con determinado asunto o preocupación.
De esos es un pinareño, vecino octogenario al que paradójicamente le dicen El Niño, quien como nadie sabe sacarle el cuerpo a las preocupaciones y con una sonrisa de oreja a oreja asegura que ¨así somos¨.
Muestra con rostro alegre un abrigo, regalo de la familia ante la espera del invierno, y afirma después optimista: ¡Ven …me puse las botas!
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