Tradicionalmente los diccionarios monolingües han tenido como efecto de sentido el de un saber neutro, verdadero, legitimado socialmente y estable o con una aparentemente muy escasa variación a lo largo del tiempo. Comúnmente, se los concibe como obras de consulta que parecen representar la supuesta unidad (y totalidad) de la lengua que registran y describen, siempre parecida a sí misma. El texto lexicográfico (compuesto fundamentalmente por las voces que se consignan y las definiciones que se formulan), sin embargo, no remite de manera directa, unívoca e incontrovertible a realidades (objetos, experiencias, fenómenos, etc.), sino que comporta una dimensión ideológica vinculada con las condiciones de producción en las cuales se elabora tanto las circunstancias de enunciación (quién y cuándo lo produce, a quién está destinado, cuándo y dónde se publica) como el contexto sociohistórico más amplio (factores de orden político, económico, educativo, cultural, demográfico, tecnológico y científico).
Los diccionarios son, entonces, construcciones que rescatan ciertos momentos de las sociedades en las cuales se forjan y para las que están dirigidas. Constituyen, de este modo y pese al hecho de que en la larga duración presentan una notable estabilidad genérica (partes y secciones en que se dividen (mega, macro y microestructura), categorías que utilizan, organización de las secuencias que exhiben, etc.) y una ilusión de objetividad, discursos donde se asoman y se esconden sistemas ideológicos que activan (y, por supuesto, también borran) determinados lugares de la memoria social. Esto se revela tanto en el componente programático expuesto en títulos, prólogos y prefacios como así también en la selección de voces que conforman la nomenclatura y en el tratamiento que se les dispensa a dichas voces en los artículos (enunciados definidores, orden de las acepciones, catálogo de marcas de uso (gramaticales, diacrónicas, diatópicas, diastráticas, diafásicas, diatécnicas, de frecuencia de uso, de transición semántica), ejemplos hechos ad hoc o citas documentadas, observaciones de distinta índole (etimológica, sintagmática, paradigmática), etc.).
Así pues, resulta interesante desentrañar el sentido histórico-ideológico que asume cada obra mediante el análisis de las variaciones formales (léxicas y sintáctico-enunciativas) que la atraviesan. Con ese objetivo, mostraremos un breve ejercicio de análisis e interpretación, un gesto de lectura. Se examinarán, así, las definiciones del vocablo colonizar en una serie compuesta por tres diccionarios actuales de la lengua española.
La serie de diccionarios
Abordamos tres repertorios integrales que forman parte de proyectos glotopolíticos con dinámicas normativas diferentes debido a las posiciones que ocupan en el campo lexicográfico contemporáneo del español. En primer lugar, la vigésimo-tercera edición (2014) del Diccionario de la lengua española (DLE) de la Real Academia Española y de la Asociación de Academias de la Lengua Española. Este diccionario ha sido considerado, a lo largo de la historia, como el “diccionario oficial” debido a que la academia se ha autoproclamado a partir de una serie de operaciones retóricas de legitimación como la única autoridad prescriptiva a ambos lados del Océano Atlántico desde el siglo XVIII. En segundo lugar, el Diccionario integral del español de la Argentina (DIEA) publicado en Buenos Aires en el año 2008 por la editorial Tinta Fresca del Grupo Clarín. Y, finalmente, el Diccionario del español de México (DEM) que vio la luz en 2010 a través de El Colegio de México. Es importante señalar que estas dos últimas obras son las únicas propuestas de diccionarios integrales surgidas en América Latina: la primera como resultado de una iniciativa privada y la segunda llevada adelante con financiamiento estatal. Ambas comparten, sin embargo, el hecho de que inauguran una nueva manera de entender la práctica lexicográfica ya que quiebran la tradición de diccionarios complementarios, contrastivos y diferenciales que predominó en la historia de la producción diccionarística de la América de habla española (diccionarios de argentinismos, diccionarios de mexicanismos, diccionario de americanismos
La voz colonizar
Los recortes de los enunciados definidores de la voz colonizar son los siguientes:
DLE colonizar 1. tr. Formar o establecer colonia en un país. 2. tr. Fijar en un terreno la morada de sus cultivadores. colonia Del lat. colonia, de colōnus ‘labrador1’, ‘colono’. 1. f. Conjunto de personas que, procedentes de un territorio, se establecen en otro. 2. f. Territorio o lugar donde se establece una colonia. 3. f. Territorio fuera de la nación que lo hizo suyo, y ordinariamente regido por leyes especiales. 4. f. Territorio dominado y administrado por una potencia extranjera. (…). |
DIEA colonizar 1. tr. Referido a un Estado, ocupar un territorio extranjero para dominarlo y explotarlo económica y políticamente: Estos países luego irían a colonizar los territorios africanos. 2. tr. Referido a un conjunto de personas, establecerse en un territorio diferente del de origen para poblarlo y trabajar en él: Junto con un grupo de galeses exploraron y colonizaron los valles andinos. 3. tr. Referido a un organismo, establecerse y dominar un nuevo territorio: La bacteria coloniza el tubo digestivo y libera la toxina. |
DEM colonizar v tr (Se conjuga como amar) 1 Establecer un país su dominio económico, político, militar o cultura sobre otro. 2 Establecerse un grupo de personas en un lugar distinto al de su procedencia, con el fin de explotar sus recursos. |
Al analizar la primera acepción ofrecida por cada diccionario, se observa que en el DIEA la acción de colonizar corresponde a la de “ocupar”. El uso de este verbo trae aparejada la idea de control militar de un determinado territorio. En el enunciado definidor del DIEA, el verbo “ocupar”, transitivo, tiene por objeto un territorio extranjero, que delimita que colonizar no significa ocupar cualquier lugar, sino específicamente “un territorio extranjero”. Asimismo, se agrega la finalidad: “para dominarlo y explotarlo económica y políticamente”. En el caso del DEM, si bien se usa “establecer” se mantiene la imagen de dominio económico, político, militar y cultural de un país sobre otro y esto, aunque no se exprese, no puede hacerse pacíficamente.
Al definir el mismo vocablo, el enunciado del DLE es, por el contrario, extremadamente sucinto y relaciona colonizar con “formar y establecer”. Dichos verbos remiten a un proceso natural, que además no connota ningún tipo de violencia física o simbólica. El objeto es el sustantivo “colonia”, que, entre las acepciones consignadas para esta palabra en el diccionario, se encuentra “territorio dominado y administrado por una potencia extranjera” (acepción 4). La acción indicada por administrar tiene carácter positivo y atenúa el valor negativo que conlleva dominar. Por otra parte, si se sustituye en el enunciado definidor de colonizar la voz “colonia” por su propia definición, se obtiene: “Formar o establecer [territorio dominado y administrado por una potencia extranjera] en un país”. En definitiva, se concluye que colonizar es la acción realizada por una “potencia extranjera” que domina y administra el territorio de otro país. Sin embargo, la definición se muestra más inofensiva pues saca de la escena el agente “potencia extranjera”. La idea de “explotación económica”, de saqueo sobre la que se extrae riqueza mediante la fuerza presente explícitamente en el DIEA y más veladamente en el DEM no figura en el DLE, pero, de cierta forma, se puede recuperar en la definición de colonia.
Sobre la colonización y descolonización lingüísticas
El análisis de las variaciones de los enunciados definidores expone su constitución y las huellas histórico-ideológicas que los determinan y traspasan. Los diferentes modos de definir aquello que se entiende por colonizar se enlaza con particulares representaciones que evocan distintas memorias discursivas. Siempre que se interviene sobre el espacio público del lenguaje como con la elaboración de un diccionario monolingüe, se lo hace desde alguna posición y de manera funcional a específicos intereses. En este caso, no hay duda de que las motivaciones son geopolíticas y económicas, tanto desde una perspectiva histórica como actual.
Los tres diccionarios configuran espacios de diferenciación lingüística, que producen y reproducen relaciones políticas y sociales. En tanto el discurso lexicográfico ha seguido el ritmo de las necesidades de los Estados nacionales y, en el presente, de las grandes áreas idiomáticas propias de la globalización, es lógico que el DIEA y el DEM se ubiquen en forma crítica frente a ideología lingüística que emana del “centro”, esto es, del diccionario académico. Dicho de otro modo: los diccionarios americanos se distancian del patrón de referencia y desestabilizan el discurso de la herencia, en particular de ciertos sentidos atinentes a la relación política con España tanto de ayer como de hoy.
En los territorios que sufrieron un proceso de colonización en los que se trasplantó la lengua de sus ex metrópolis y deben desprenderse del peso de ese pasado, se reconocen dos memorias. Por un lado, la de los efectos (todavía vigentes) de la colonización lingüística. Y, por otro, aquella que rompe con la memoria instaurada, instalando una nueva matriz de sentidos, derivada de la propia experiencia histórica en un lugar distinto y lejano (o, mejor dicho, en varios lugares distintos y lejanos). En este segundo caso se está frente a un gesto glotopolítico de descolonización lingüística.
* Publicado originalmente con el título “Ideología y diccionario: un gesto de lectura a propósito de la voz ‘colonizar’ en la sección “En voz alta” (Portal de EDiSo, Discurso y sociedad) el 14 de Mayo de 2020.
Muchas gracias, Daniela, muy interesante. Sin ánimo de importunar, dejo una reflexión inicial que me ha suscitado tu texto, escrita a vuelapluma.
El DLE forma parte de una larga serie iniciada en 1726, por lo que hereda definiciones anteriores. El vocablo “colonizar” entra en la serie por primera vez en 1837, con la definición única de ‘formar o establecer colonia en algún país’. “Colono”, en cambio, entra ya en el primero de la serie, con el significado único de ‘El labrador que cultiva y labra alguna tierra por arrendamiento’, autorizado con varios textos de los siglos XVI y XVII. Es el mismo significado del latín “colonus”.
En cuanto a “colonia” está ya en el diccionario de Covarrubias Covarrubias (1611), como “pueblo, o término de tierra que se ha poblado de gente extranjera, sacada de la ciudad que es señora de aquel territorio, o llevada de otra parte. También se llamaban colonias la que pobladas de sus antiguos moradores les había el pueblo Romano dado los privilegios de tales. […] En España hubo muchos pueblos que fueron colonias de Romanos”.
Volviendo a “colonizar”: atendiendo a los usos de la época en la que entró en el DRAE (1837), no me parece que la definición oculte significados como “ocupar” o “dominar” a otro país, ya que todavía no tenía esos significados: la legitimidad de la posesión de esos territorios no se cuestionaba, ni siquiera tras los recientes procesos de independencia de las repúblicas americanas. La acepción relacionada con ‘ocupación’ o ‘dominio ilegítimo’ se forjó más tarde, y el DRAE recoge en su edición de 1884, como tercera acepción de “colonia”, ‘país o territorio más o menos distante de la nación que le hizo suyo, y ordinariamente regido por leyes especiales’. Igual que en la última edición, pero yo no diría que esa definición encubra que se trata de una ocupación: “lo hizo suyo”.
De todos modos, intuyo que en España esa acepción sigue sin ser el significado obvio y principal. Cuando aquí se habla de “la colonia argentina en España” no se está pensando en ninguna ocupación de un país extranjero con el objetivo de desposeernos de nuestras riquezas. Y en cuanto a “colonización”, lo primero que evoca el vocablo en mi mente es un proceso de repoblación y desarrollo de un territorio, como los que planificaba el Instituto Nacional de Colonización, que creó una serie de pueblos con “colonos” en Extremadura, que todavía hoy siguen llamándose “pueblos de colonización”. En el DEL están también “colonialismo”, “coloniaje” o “descolonización”
Que esa acepción ligada al desarrollo de una zona ocupe el último lugar en el DIEA o en el DEM puede deberse al uso, pero también a una opción ideológica. En una rápida incursión en textos argentinos y mexicanos, veo una buena cantidad de “planes de colonización” diseñados por los respectivos gobiernos.
Naturalmente, la ideología está presente en los diccionarios; no podría ser de otro modo, puesto que está en los usos cotidianos de la lengua. Y también en los expertos de los y las analistas del discurso.
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Buen día, Mauro. Gracias por tu devolución, que es muy oportuna en varios aspectos como la puesta en serie histórica del vocablo en cuestión en los diccionarios españoles. Entiendo lo que decís acerca de que en España no es el uso principal el que yo resalto. Pero sí lo es en América, de ahí que dos diccionarios integrales confeccionados en este continente lo consignen entre las primeras acepciones y pongan el foco en la idea de «explotación». Por otro lado, estoy de acuerdo en que la ideología está presente en el texto lexicográfico tanto como en los análisis que hacemos desde el AD. El objetivo de mi breve texto es mostrar esa diferencia entre distintos diccionarios y poner en primer plano que no es lo mismo, por ejemplo, para un/a escolar de origen americano consultar uno o otro.
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Solo para corregir mi última frase; «y también en los usos expertos y en los de los y las analistas del discurso». Y ya de paso, resaltar que la idea de «explotación» de un país por otro no está ausente en la serie de diccionarios españoles. En el caso del DEM es posible verificar empíricamente cuál es la acepción más común de las dos que recoge, puesto que se basa en el Corpus del Español Contemporáneo de México. Un abrazo
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He intentado verificar para México y el DEM tu afirmación de que “en América”, como dices, el elemento principal del significado de “colonizar” sea el de “explotación”, y que por eso el DEM recoge como primera acepción la de “establecer un país su dominio […] sobre otro”.
He buscado las palabras que comienzan por “coloniz*” en los materiales que sirvieron de base para ese diccionario.
Hay 26 registros en total, distribuidos como sigue:
Colonizar: 1
Colonización: 18
Colonizadores: 3
Colonizado/s: 3.
Colonizó: 1,
“Colonizar” solo aparece una vez, con connotaciones positivas muy alejadas de esa primera acepción: “La diversidad biológica […] es una fuerza tan potente que ha sido capaz de colonizar la tierra, determinar su temperatura, importarle oxígeno, alimento, energéticos y transformarla en un mundo propio para el proceso orgánico […]”.
Los 18 de “colonización” se refieren a procesos de desarrollo locales fomentados por el propio gobierno de México.
Solo cuatro registros se refieren a esa primera acepción.
Mi conclusión provisional es que los materiales de base del DEM no justifican claramente la elección de esa acepción como la primera, sugiriendo que se basa más en la ideología que en el uso común “en América” (otra cosa es el uso especializado en ciertas disciplinas, o el sectorial en ámbitos del discurso).
Digo “provisional”, porque en la presentación del diccionario se dice que se usaron algunos materiales adicionales posteriores a la fecha límite de los del Corpus (1974).
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¡Gracias, Mauro! Dos observaciones:
1) Tomé en el momento de escribir el texto los tres diccionarios que se consultaban más en línea en la Argentina (el DIEA fue sacado hace un tiempo).
2) Coincido en que los procedimientos estadísticos, surgidos de corpus lingüísticos, representan en la práctica lexicográfica (y en el análisis) una opción de método que, sin estar su construcción libre de problemas y de reparos ideológicos, nos acercan a la realidad del uso lingüístico de forma imparcial.
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