Con la asunción de Jeanine Áñez en la presidencia del país, nuevamente surge el debate gramatical si lo correcto es llamarla la presidente o la presidenta. La mayoría de la población y de los comunicadores opta por la segunda opción, pero no faltan conductores de televisión bien intencionados que han dado sus voces por la primera.
Razones no les faltan. Con la ola del género femenino en Latinoamérica demandando el máximo cargo en últimos años (Dilma Rousseff, Cristina Fernández, Michelle Bachelet y otros casos), volvió el debate por los términos de género. He visto en redes sociales que muchos arguyen que presidente es un participio activo, como ardiente. No se dice casa ardienta. Aquí una primera observación: ardiente está funcionando como adjetivo, no como sustantivo, muy distinto al caso de presidente.
Quienes abogan por el sufijo ente demuestran que tampoco se dice la cantanta, la comercianta, la estudiante, y en esto tienen razón, aunque sí hay otros buenos ejemplos de sustantivos que evolucionaron a la terminación enta, tal es el caso de sirvienta, asistenta, dependienta, infanta y regenta, sólo por citar algunos.
El tema es que las palabras evolucionan y su futuro depende de la legitimidad que la sociedad les dé. La Real Academia de la Lengua Española explica que presidenta aparece ya desde el siglo XVII y tiene registro académico desde 1803 (https://www.rae.es/noticias/es-la-presidenta-o-la-presidente). Actualmente, la RAE admite ambas formas, aunque recomienda presidenta.
Personalmente, me inclino también por esta última fórmula porque está admitida formalmente, porque provoca menos ruido comunicacional, porque la mayoría de la población acepta el término sin mayores problemas y porque así nos evitamos cualquier susceptibilidad de discriminación de género. Así, pues, damos la bienvenida a la nueva presidenta de Bolivia.
Anuario de Glotopolítica 
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